martes, 10 de abril de 2012

La Palabra no tiene barreras




Conforme a su misión de llevar el Evangelio de Jesucristo a toda la humanidad, el Movimiento Misionero Mundial del Perú predica la Palabra de Dios dentro de los penales hace 19 años, en una labor que no conoce de barreras.
En el penal de Lurigancho, una de las prisiones más hacinadas de Latinoa­mérica y una de las más peligrosas del mundo según National Geographic, es po­sible cambiar de vida y dar un primer paso hacia la reinserción social. Y es que, a diario, centenares de presos de esta cárcel, con capa­cidad para mil quinientos internos pero que alberga a más de once mil, luchan por salir adelante apoyados por voluntarios cristianos del Movimiento Misionero Mundial y dan sus primeros pasos para transformarse en perso­nas de bien gracias al poder de Jesucristo. Un esfuerzo que, desde septiembre de 1993, rea­liza la Obra de Dios con el único objetivo de ser fuente de esperanza y salvación para un gran grueso de seres humanos execrados por la sociedad.
 El gestor e impulsor de esta labor no es ni fue asaltante, ni terrorista, ni narcotraficante, pero ha recorrido casi todas las prisiones del Perú. Teófilo Estrada Maíz, pastor del Movi­miento Misionero Mundial, ha caminado des­de 1993 entre rejas en las tres regiones natu­rales del territorio peruano, voluntariamente, para llevar la Palabra de Dios a los presos y convertir al Creador en la única fuente de con­suelo espiritual en el infierno en el que mu­chos seres malviven.
 Su trabajo ad honorem es una guía de la re­socialización de las cárceles peruanas, un testi­monio del cambio que puede producir el Señor incluso en las situaciones más adversas, el sueño de cualquier institución estatal y la validación del poder especial de las Sagradas Escrituras.
 Hombre de fe, Estrada Maíz concretó a ini­cios de los años noventa la idea de evangeli­zar en los centros penitenciarios del Perú. El punto de partida fue el penal de Lurigancho, famoso por ser un infierno terrenal y auténti­co, hasta que visitó al familiar de un integran­te del MMM y se quedó impresionado por la ausencia de la “sana doctrina” de Dios tras las rejas. Entonces, el pastor se trazó la meta de llevar la Palabra de Dios al interior de la cár­cel y fue tal su empeño que durante tres años visitó Lurigancho de forma semanal y en 1995 sacó al aire una radio comunitaria, llamada Redentor, que irradiaba mensajes bíblicos al interior de la cárcel y que fue surtidora de fe y esperanza durante dos años.
 Mientras cualquier reo soñaba con fugarse de Lurigancho, Estrada Maíz hizo lo imposi­ble por entrar a la prisión más famosa del Perú y compartir el credo de Jesucristo con todo aquel que quisiera escucharlo. Así fue que en menos de cinco años, gracias a su empuje y coraje, la Obra de Dios caló entre los reclusos más avezados y temidos y se ganó un espacio preponderante en la tarea de resocialización de los internos.
 En esos tiempos, también, el pastor se ani­mó en 1997 a evangelizar a los internos del penal de Castro Castro, establecimiento peni­tenciario peruano de máxima seguridad espe­cialmente diseñado para albergar a terroristas y delincuentes de alta peligrosidad, y con prontitud llevó la doctrina cristiana al interior de un reclusorio donde Cristo era una imagen desconocida.
 Luego de ingresar a Castro Castro, y ya con varias obras establecidas dentro de Lurigancho y centenares de seguidores, la batalla espiritual librada por el Movimiento Misionero Mundial para llevar la Palabra de Dios al interior de las cárceles peruanas prosiguió con gran notoriedad. De hecho, en lo que va del presente siglo, la Obra de Dios recorrió, visitó y evangelizó los princi­pales penales de las veinticuatro regiones del te­rritorio peruano y captó miles de almas que, en virtud, a su fe transformaron sus existencias y le entregaron sus vidas al Todopoderoso.
 El éxito de su labor está legitimada por las autoridades peruanas, entre ellas los representantes del Ministerio de Justicia y del Instituto Nacional Penitenciario (INPE), que la tienen como uno de sus principales aliados en materia de resocialización penal.
 Con cerca de dos décadas de trabajo, el quehacer penitenciario del Movimiento Mi­sionero Mundial está enfocado a convertir en realidad el milagro de la redención y es una historia que desde hace años se viene escri­biendo sobre las bases del cristianismo. Al respecto, el pastor Estrada Maíz, su gestor, asegura: “Nuestro compromiso es llevar el mensaje del Señor incluso donde muchos no ingresan. El equipo de hermanos que realiza­mos esta tarea evangelizadora, nutrido en su gran mayoría por ex reclusos hoy convertidos en seguidores de Cristo, no dividimos la labor para no dejar de visitar las cárceles ni un solo día del año. Nuestro apoyo no solo es a nivel espiritual, también es a nivel legal, educacio­nal y material”.

EL PRIMER BAUTIZO

La buena disposición de la Obra, que aprove­cha hasta el más pequeño de los espacios den­tro de las cárceles peruanas para edificar pe­queños templos, se pone de manifiesto cada 16 de julio cuando se celebra el día de Resocia­lización del Interno y se efectúa cultos a nivel nacional para refrendar la gloria del Creador. Asimismo, el 24 de junio de 2010, con la auto­rización de los funcionarios del INPE, se reali­zó el primer bautizo del MMM en la cárcel de Lurigancho ante la atenta presencia de más de cinco mil presos.
 Del mismo modo, cada mes el MMM, a través de un grupo de hermanas llamadas las “Penalinas”, realizan en dicho establecimien­to y Castro Castro un show infantil cristiano que sirve para cristianizar a los hijos de los internos.
 En la actualidad, con diecisiete Iglesias establecidas dentro de Lurigancho, miles de presos evangelizados y presencia en todas las cárceles del sistema penitenciario peruano, el trabajo iniciado por el reverendo Estrada Maíz no cesa y día a día recupera a personas que alguna vez optaron por el camino de la delincuencia y hoy andan por la sendas del Señor como criaturas nuevas liberadas de lo maligno. Un milagro de la redención que, en la visión de su impulsor, demuestra que el cambio de cualquier ser humano atrapado por las garras del mal es posible “solo con la guía y el apoyo divino” y constituye en un tes­timonio del “amor de Dios por el que tanto claman y oran miles de internos de las cárce­les peruanas y del mundo entero”.

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