Ocho ejemplos de evolución en acción (Felipe Aizpún).
Hace doce años, Jonathan Wells, publicó su obra: “Icons of Evolution, Science or Myth?”, en la que señalaba una lista de diez iconos emblemáticos, usados en defensa del darwinismo, que habían resultado ser falsos.
Ejemplos como el famoso experimento de Miller-Urey en el que se obtuvieron algunos aminoácidos, el árbol de la vida propuesto por Darwin, los populares embriones retocados de Haeckel, las polillas del abedul, las series fósiles de los caballos o la conocida escala evolutiva del ser humano. Dicho libro generó mucha polémica en el mundo científico así como la aparición posterior de numerosas publicaciones que pretendían desacreditarlo.
Esta semana traigo a colación otro artículo deFelipe Aizpún en el que se reflexiona sobre dicho debate y se critica uno de estos últimos trabajos evolucionistas.
OCHO EJEMPLOS DE EVOLUCIÓN EN ACCIÓN
Felipe Aizpún
Pillar a la evolución con las manos en la masa ha sido siempre la obsesión de los defensores del paradigma de la evolución darwinista . Al fin y al cabo, incluso teorías tan ampliamente aceptadas por la intelectualidad internacional y tan convenientemente afines al paradigma materialista reinante necesitan de vez en cuando un cierto apoyo en la evidencia empírica para cubrir las apariencias. Por eso de vez en cuando se nos recuerda en algunos artículos el aplastante ( overwhelming ) soporte científico de la propuesta. Como por ejemplo en un artículo reciente en Listverse en donde se nos invita a extasiarnos con 8 ejemplos extraídos de la observación de la Naturaleza y supuestamente capaces de quitar la venda de los ojos al más recalcitrante negacionista.
El problema es que el intento resulta más bien pobre . Algunos ejemplos como las polillas moteadas o los pinzones de las islas Galápagos han sido criticados con amplitud, en especial desde la aparición del libro de Jonathan Wells “Icons of Evolution”. Otros, como la destacada capacidad de los más voluminosos sapos de la caña para imponer su superioridad reproductiva en las poblaciones australianas de esta especie resultan enternecedoras pero poco más. La respuesta adaptativa de las lagartijas italianas a un cambio de dieta es más interesante pero las conclusiones que de este tipo de episodios se puedan derivar no parecen ir en la línea de lo que pretende el autor de la noticia.
Por cierto, en relación a dicho autor no está de más recordar que Listverse publicó (en Mayo de 2008) una lista de los 10 libros más dañinos en la historia del pensamiento humano ( 10 Books that Screwed Up the World ), otorgando el lugar de honor del número 1 en la lista a “La caja negra de Darwin” del proponente de DI Michael Behe, por delante de otros ilustres escritos y sin duda también serios merecedores de tan envidiable reconocimiento como “El Manifiesto del Partido Comunista” de Karl Marx o “Mi Lucha” de Adolf Hitler. Anécdotas aparte, lo más llamativo de este tipo de planteamientos es la permanente confusión entre los cambios adaptativos y el papel de la selección natural en la vida de las poblaciones de organismos vivos y el concepto de Evolución . Confusión que me atrevería a sugerir no es casual, si se me permite aventurar una inferencia de tintes tan descaradamente finalistas.
Básicamente lo que nos enseñan estos ejemplos es que los seres vivos presentan una fascinante capacidad de adaptación al entorno cambiante en el que viven, dentro del marco de sus características morfológicas específicas . Nadie en sus cabales se atrevería a cuestionar lo que una gran cantidad de ejemplos en la Naturaleza nos presenta a diario. Incluso me atrevería a decir que nadie pensaría en mirar tales tipos de relatos de forma sospechosa o incómoda y que desde cualquier perspectiva filosófica o ideológica, si es que alguno la tiene, cualquiera no puede menos que disfrutar de tales formas magníficas de expresión del potencial adaptativo de los organismos vivos, de la misma manera que uno no puede menos que recrearse en la inmensidad del cosmos en una noche estrellada.
El problema surge cuando pretendemos explicar o simplemente intentamos adivinar las causas de este tipo de fenómenos . Algunos nos quieren imponer la hipótesis, nunca demostrada, de que tales soluciones adaptativas son el resultado de un accidente, de un cambio fortuito acontecido de forma no finalista. Además, se nos quiere imponer que el misterio de la emergencia de las formas biológicas y en concreto del aumento de la complejidad y aparición creciente de estructuras funcionales irreduciblemente complejas en los organismos de los vivientes no es en definitiva otra cosa que una acumulación fortuita de episodios adaptativos como los que observamos en la Naturaleza.
Otros, por el contrario, consideramos que la cabeza está para algo más que para llevar el sombrero y nos permitimos hacer algunas consideraciones al respecto. Por ejemplo que la idea de selección natural se nos presenta de manera confusa ya que no se distingue adecuadamente entre el origen o la causa de la variación y el proceso de generalización de la misma en el seno de una población. O también que la respuesta a una amenaza crítica puede generar una recuperación de las poblaciones afectadas por la amenaza para volver a su dimensión anterior sin que ello represente en ningún caso un fenómeno descriptible como “evolución”.
Así, el ejemplo de la mariposa resulta de gran utilidad. En él se nos cuenta cómo la Blue Moon Butterfly ( Hypolimnas bolina ) había sido atacada por un parásito que destruía los embriones macho de la especie hasta el punto de reducir su muestra a un 1% de la población. Pero hete aquí que el fantasma de la evolución darwinista de las navidades pasadas hizo acto de aparición y generó una mutación capaz de defenderse del ataque. Como consecuencia, en menos de un año los machos de dicha especie habían recuperado su presencia en el seno de la población hasta un total del 40% de la misma. Algunos artículos comentan que el autor del hallazgo, Sylvain Charlat, presenta el mismo en la revista Science como “el cambio evolutivo más rápido observado jamás” Pues bien, ¿alguien me podría explicar donde demonios está la evolución en acción? Evolución es cambio, modificación del carácter específico para, abandonando la forma esencial de un organismo generar una especie distinta y dar lugar a estructuras funcionales biológicas novedosas. Recuperarse de una amenaza crítica puede ser un ejemplo magnífico de la capacidad adaptativa de los organismos vivos, pero en ningún modo un ejemplo de capacidad creativa de nuevas formas.
Por otra parte la coletilla que nos presenta este episodio como un ejemplo de la capacidad de una mutación ventajosa para extenderse en una población dada tiene truco . Si una población se encuentra amenazada de extinción por la causa que sea, la idea de que los individuos que presenten una inmunidad frente a la amenaza sobrevivirán y el resto perecerá es intuitivamente correcta e irreprochable en términos de causalidad; ninguna necesidad existe de remitirse a los peregrinos cálculos matemáticos que sustentan el discurso de la genética de poblaciones para defender tal posición. Pero pretender que un ejemplo de esta naturaleza contribuye a demostrar que las pequeñas ventajas adaptativas surgidas en tiempos de calma y buena armonía con el entorno van a tender siempre a generalizarse en las poblaciones asegurando el cambio y la generación en último extremo de nuevas especies es una extrapolación insostenible.
El caso de la lagartija italiana tiene similitudes con el de la mariposa aunque resulte mucho menos dramático. La adaptación a una dieta diferentes es un ejemplo de la plasticidad de los genomas y de los fenotipos y de su capacidad de respuesta ante situaciones cambiantes sin ninguna duda, si los datos presentados en relación a la observación son tal como se informa. Lo que este tipo de episodios justifica es que nos preguntemos por el origen y la causa de tan afortunadas mutaciones que permiten asegurar la inmunidad de las mariposas Blue Moon o mejorar las digestiones de las lagartijas. ¿Es realmente un accidente fortuito? O por el contrario, ¿podemos sospechar que se trate de una respuesta programada del organismo?
Los trabajos de Cairns allá por el final de los años 80 pusieron de manifiesto la posibilidad de interpretar muchos fenómenos adaptativos como respuestas programadas y no como hechos fortuitos , y ello sobre la base de la altísima improbabilidad de que respuestas específicas se hubiesen producido por azar ante amenazas o cambios concretos del entorno en un espacio de tiempo tan corto como el que a menudo observamos en ciertos episodios de cambio. En su momento, la respuesta de los defensores de las esencias del paradigma dominante no se hizo esperar y una nueva hipótesis ad hoc fue rápidamente propagada como discurso oficial. Se asumió que la improbabilidad del evento queda justificada por el hecho de que ante situaciones de estrés y amenaza los organismos desarrollan un índice de mutaciones muy superior al habitual dotando al evento del número de recursos probabilísticos necesarios para poder seguir presentándolo como un hecho casual. Problema resuelto. O no.
Esta respuesta tiene un problema y es que la acumulación de subterfugios termina provocando el colapso del propio discurso. Esta afirmación debería ser compatible (según el discurso oficial) con el hecho de que la gran mayoría de las mutaciones específicas o adaptativas no tienen por qué originarse en situaciones de amenaza o de estrés ya que el origen de las mismas no ha de venir inducido por el ambiente. El dogma central de la biología prescribe que sólo existe un sentido para el flujo de la información y esto debería de poder aplicarse no sólo a la naturaleza de las mutaciones y su relación con el ambiente sino también al ritmo y frecuencia de su producción. Además, si como es generalmente aceptado, la gran mayoría de las mutaciones son deletéreas, entonces el incremento en el índice de mutaciones para explicar la aparición súbita de una mutación afortunada no puede ser ajeno a la aparición paralela de una inmensidad de mutaciones perjudiciales de forma súbita, por ejemplo en una población como es el caso de la pobre mariposa “luna azul” extenuada al límite de sus recursos reproductivos. Si un pobre 1% de machos sobrevivientes, para generar una respuesta afortunada tuvieran que asumir el riesgo de una infinidad de mutaciones perjudiciales, la situación lejos de mejorar empeoraría sustancialmente. Sería como jugar a la ruleta rusa para buscar una vía de escape.
La idea de que muchas soluciones específicas a desafíos ambientales tengan la apariencia de respuestas programadas, no es en absoluto una reflexión supersticiosa. Muchos autores la van asumiendo como una inferencia legítima. Ya hemos hablado con amplitud del nuevo libro de James Shapiro en fechas recientes. También, por ejemplo, Eugene V. Koonin en su libro “The Logic of Chance” nos presenta una crítica profunda del paradigma darwinista. Entre otras cosas discute el papel asignado a las categorías de causalidad en el modelo desde una perspectiva naturalista. Por una parte reivindica un papel preponderante del azar, no solo en la emergencia de las novedades biológicas sino también en su difusión en el seno de las poblaciones en oposición al discurso adaptacionista tradicional.
Sin embargo, y por encima de sus compromisos metafísicos su espíritu científico le lleva a reivindicar en paralelo un sentido de complementariedad (apelando al principio de complementariedad de Bohr) para encajar los factores determinísticos y el azar en la explicación del proceso evolutivo, y como ejemplo de ello nos propone la extensión de criterios de complementariedad precisamente entre el carácter fortuito de las mutaciones y la existencia de lo que él llama mutaciones “quasi” dirigidas.
Lógicamente el “quasi” cumple la función de asegurar a sus colegas del bando naturalista el carácter en último extremo aparente del sentido teleológico de la exposición. Faltaría más
Ejemplos como el famoso experimento de Miller-Urey en el que se obtuvieron algunos aminoácidos, el árbol de la vida propuesto por Darwin, los populares embriones retocados de Haeckel, las polillas del abedul, las series fósiles de los caballos o la conocida escala evolutiva del ser humano. Dicho libro generó mucha polémica en el mundo científico así como la aparición posterior de numerosas publicaciones que pretendían desacreditarlo.
Esta semana traigo a colación otro artículo deFelipe Aizpún en el que se reflexiona sobre dicho debate y se critica uno de estos últimos trabajos evolucionistas.
OCHO EJEMPLOS DE EVOLUCIÓN EN ACCIÓN
Felipe Aizpún
Pillar a la evolución con las manos en la masa ha sido siempre la obsesión de los defensores del paradigma de la evolución darwinista . Al fin y al cabo, incluso teorías tan ampliamente aceptadas por la intelectualidad internacional y tan convenientemente afines al paradigma materialista reinante necesitan de vez en cuando un cierto apoyo en la evidencia empírica para cubrir las apariencias. Por eso de vez en cuando se nos recuerda en algunos artículos el aplastante ( overwhelming ) soporte científico de la propuesta. Como por ejemplo en un artículo reciente en Listverse en donde se nos invita a extasiarnos con 8 ejemplos extraídos de la observación de la Naturaleza y supuestamente capaces de quitar la venda de los ojos al más recalcitrante negacionista.
El problema es que el intento resulta más bien pobre . Algunos ejemplos como las polillas moteadas o los pinzones de las islas Galápagos han sido criticados con amplitud, en especial desde la aparición del libro de Jonathan Wells “Icons of Evolution”. Otros, como la destacada capacidad de los más voluminosos sapos de la caña para imponer su superioridad reproductiva en las poblaciones australianas de esta especie resultan enternecedoras pero poco más. La respuesta adaptativa de las lagartijas italianas a un cambio de dieta es más interesante pero las conclusiones que de este tipo de episodios se puedan derivar no parecen ir en la línea de lo que pretende el autor de la noticia.
Por cierto, en relación a dicho autor no está de más recordar que Listverse publicó (en Mayo de 2008) una lista de los 10 libros más dañinos en la historia del pensamiento humano ( 10 Books that Screwed Up the World ), otorgando el lugar de honor del número 1 en la lista a “La caja negra de Darwin” del proponente de DI Michael Behe, por delante de otros ilustres escritos y sin duda también serios merecedores de tan envidiable reconocimiento como “El Manifiesto del Partido Comunista” de Karl Marx o “Mi Lucha” de Adolf Hitler. Anécdotas aparte, lo más llamativo de este tipo de planteamientos es la permanente confusión entre los cambios adaptativos y el papel de la selección natural en la vida de las poblaciones de organismos vivos y el concepto de Evolución . Confusión que me atrevería a sugerir no es casual, si se me permite aventurar una inferencia de tintes tan descaradamente finalistas.
Básicamente lo que nos enseñan estos ejemplos es que los seres vivos presentan una fascinante capacidad de adaptación al entorno cambiante en el que viven, dentro del marco de sus características morfológicas específicas . Nadie en sus cabales se atrevería a cuestionar lo que una gran cantidad de ejemplos en la Naturaleza nos presenta a diario. Incluso me atrevería a decir que nadie pensaría en mirar tales tipos de relatos de forma sospechosa o incómoda y que desde cualquier perspectiva filosófica o ideológica, si es que alguno la tiene, cualquiera no puede menos que disfrutar de tales formas magníficas de expresión del potencial adaptativo de los organismos vivos, de la misma manera que uno no puede menos que recrearse en la inmensidad del cosmos en una noche estrellada.
El problema surge cuando pretendemos explicar o simplemente intentamos adivinar las causas de este tipo de fenómenos . Algunos nos quieren imponer la hipótesis, nunca demostrada, de que tales soluciones adaptativas son el resultado de un accidente, de un cambio fortuito acontecido de forma no finalista. Además, se nos quiere imponer que el misterio de la emergencia de las formas biológicas y en concreto del aumento de la complejidad y aparición creciente de estructuras funcionales irreduciblemente complejas en los organismos de los vivientes no es en definitiva otra cosa que una acumulación fortuita de episodios adaptativos como los que observamos en la Naturaleza.
Otros, por el contrario, consideramos que la cabeza está para algo más que para llevar el sombrero y nos permitimos hacer algunas consideraciones al respecto. Por ejemplo que la idea de selección natural se nos presenta de manera confusa ya que no se distingue adecuadamente entre el origen o la causa de la variación y el proceso de generalización de la misma en el seno de una población. O también que la respuesta a una amenaza crítica puede generar una recuperación de las poblaciones afectadas por la amenaza para volver a su dimensión anterior sin que ello represente en ningún caso un fenómeno descriptible como “evolución”.
Así, el ejemplo de la mariposa resulta de gran utilidad. En él se nos cuenta cómo la Blue Moon Butterfly ( Hypolimnas bolina ) había sido atacada por un parásito que destruía los embriones macho de la especie hasta el punto de reducir su muestra a un 1% de la población. Pero hete aquí que el fantasma de la evolución darwinista de las navidades pasadas hizo acto de aparición y generó una mutación capaz de defenderse del ataque. Como consecuencia, en menos de un año los machos de dicha especie habían recuperado su presencia en el seno de la población hasta un total del 40% de la misma. Algunos artículos comentan que el autor del hallazgo, Sylvain Charlat, presenta el mismo en la revista Science como “el cambio evolutivo más rápido observado jamás” Pues bien, ¿alguien me podría explicar donde demonios está la evolución en acción? Evolución es cambio, modificación del carácter específico para, abandonando la forma esencial de un organismo generar una especie distinta y dar lugar a estructuras funcionales biológicas novedosas. Recuperarse de una amenaza crítica puede ser un ejemplo magnífico de la capacidad adaptativa de los organismos vivos, pero en ningún modo un ejemplo de capacidad creativa de nuevas formas.
Por otra parte la coletilla que nos presenta este episodio como un ejemplo de la capacidad de una mutación ventajosa para extenderse en una población dada tiene truco . Si una población se encuentra amenazada de extinción por la causa que sea, la idea de que los individuos que presenten una inmunidad frente a la amenaza sobrevivirán y el resto perecerá es intuitivamente correcta e irreprochable en términos de causalidad; ninguna necesidad existe de remitirse a los peregrinos cálculos matemáticos que sustentan el discurso de la genética de poblaciones para defender tal posición. Pero pretender que un ejemplo de esta naturaleza contribuye a demostrar que las pequeñas ventajas adaptativas surgidas en tiempos de calma y buena armonía con el entorno van a tender siempre a generalizarse en las poblaciones asegurando el cambio y la generación en último extremo de nuevas especies es una extrapolación insostenible.
El caso de la lagartija italiana tiene similitudes con el de la mariposa aunque resulte mucho menos dramático. La adaptación a una dieta diferentes es un ejemplo de la plasticidad de los genomas y de los fenotipos y de su capacidad de respuesta ante situaciones cambiantes sin ninguna duda, si los datos presentados en relación a la observación son tal como se informa. Lo que este tipo de episodios justifica es que nos preguntemos por el origen y la causa de tan afortunadas mutaciones que permiten asegurar la inmunidad de las mariposas Blue Moon o mejorar las digestiones de las lagartijas. ¿Es realmente un accidente fortuito? O por el contrario, ¿podemos sospechar que se trate de una respuesta programada del organismo?
Los trabajos de Cairns allá por el final de los años 80 pusieron de manifiesto la posibilidad de interpretar muchos fenómenos adaptativos como respuestas programadas y no como hechos fortuitos , y ello sobre la base de la altísima improbabilidad de que respuestas específicas se hubiesen producido por azar ante amenazas o cambios concretos del entorno en un espacio de tiempo tan corto como el que a menudo observamos en ciertos episodios de cambio. En su momento, la respuesta de los defensores de las esencias del paradigma dominante no se hizo esperar y una nueva hipótesis ad hoc fue rápidamente propagada como discurso oficial. Se asumió que la improbabilidad del evento queda justificada por el hecho de que ante situaciones de estrés y amenaza los organismos desarrollan un índice de mutaciones muy superior al habitual dotando al evento del número de recursos probabilísticos necesarios para poder seguir presentándolo como un hecho casual. Problema resuelto. O no.
Esta respuesta tiene un problema y es que la acumulación de subterfugios termina provocando el colapso del propio discurso. Esta afirmación debería ser compatible (según el discurso oficial) con el hecho de que la gran mayoría de las mutaciones específicas o adaptativas no tienen por qué originarse en situaciones de amenaza o de estrés ya que el origen de las mismas no ha de venir inducido por el ambiente. El dogma central de la biología prescribe que sólo existe un sentido para el flujo de la información y esto debería de poder aplicarse no sólo a la naturaleza de las mutaciones y su relación con el ambiente sino también al ritmo y frecuencia de su producción. Además, si como es generalmente aceptado, la gran mayoría de las mutaciones son deletéreas, entonces el incremento en el índice de mutaciones para explicar la aparición súbita de una mutación afortunada no puede ser ajeno a la aparición paralela de una inmensidad de mutaciones perjudiciales de forma súbita, por ejemplo en una población como es el caso de la pobre mariposa “luna azul” extenuada al límite de sus recursos reproductivos. Si un pobre 1% de machos sobrevivientes, para generar una respuesta afortunada tuvieran que asumir el riesgo de una infinidad de mutaciones perjudiciales, la situación lejos de mejorar empeoraría sustancialmente. Sería como jugar a la ruleta rusa para buscar una vía de escape.
La idea de que muchas soluciones específicas a desafíos ambientales tengan la apariencia de respuestas programadas, no es en absoluto una reflexión supersticiosa. Muchos autores la van asumiendo como una inferencia legítima. Ya hemos hablado con amplitud del nuevo libro de James Shapiro en fechas recientes. También, por ejemplo, Eugene V. Koonin en su libro “The Logic of Chance” nos presenta una crítica profunda del paradigma darwinista. Entre otras cosas discute el papel asignado a las categorías de causalidad en el modelo desde una perspectiva naturalista. Por una parte reivindica un papel preponderante del azar, no solo en la emergencia de las novedades biológicas sino también en su difusión en el seno de las poblaciones en oposición al discurso adaptacionista tradicional.
Sin embargo, y por encima de sus compromisos metafísicos su espíritu científico le lleva a reivindicar en paralelo un sentido de complementariedad (apelando al principio de complementariedad de Bohr) para encajar los factores determinísticos y el azar en la explicación del proceso evolutivo, y como ejemplo de ello nos propone la extensión de criterios de complementariedad precisamente entre el carácter fortuito de las mutaciones y la existencia de lo que él llama mutaciones “quasi” dirigidas.
Lógicamente el “quasi” cumple la función de asegurar a sus colegas del bando naturalista el carácter en último extremo aparente del sentido teleológico de la exposición. Faltaría más
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