Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino
(Marcos 1:2)
Seguir a Jesús. Es a lo que estamos llamados todos aquellos que le reconocemos no únicamente como un gran maestro de moral y espiritualidad, sino como Dios hecho ser humano. Aún más, los que le reconocemos como nuestro Señor y Salvador personal. Pero antes de que el Maestro de Nazaret apareciera alguien preparó el camino para que Él, a su vez, pudiera caminar el camino de los hombres. Fue su primo Juan.
Al leerlo me doy cuenta que soy mensajero con la responsabilidad de preparar el camino para Jesús. Él desea llegar a los hombres y mujeres rotas y rotos a causa de este proyecto fallido de humanidad y universo y para ello, a imitación de Juan, me pide que prepare el camino.
Pensaba ¿Qué significa preparar el camino? A mi mente viene la idea de despejar obstáculos, eliminar barreras, quitar todo impedimento, facilitar el tránsito, hacer posible que Jesús, en definitiva, pueda llegar a las personas. Tener la mirada atenta, los sentidos abiertos para que nada obstaculice su llegada, crear un sentido de expectación para que sea esperado.
Pensaba ¿Cómo puedo preparar el camino? ¿Qué debo hacer para que Jesús en su deseo de alcanzar a mi esposa, mis hijos, mis amigos, mis vecinos, mi círculo de influencia y preocupación no encuentre obstáculos? No es una pregunta fácil, cada persona, cada individuo es un mundo, es única y singular y aquello que mueve a unos deja indiferente a otros. Por eso, quiero estar atento, sensible, disponible a la gente y a lo que Jesús pueda indicarme acerca de cada uno de ellos.
Quiero asegurarme que yo mismo, en primer lugar, no soy un obstáculo. Tengo que ver mi estilo de vida, analizarlo y evaluarlo con una cierta distancia y con clara honestidad, y tener la certeza que ni mis acciones, ni mis actitudes, ni prioridades, ni omisiones, se ponen en el camino de Jesús convirtiéndome a mí, que debería preparar su camino, en un obstáculo. Hace falta mucha integridad y honestidad para hacer ese análisis porque el mismo puede llevarme a la necesidad de cambio y transformación.
Quiero ser pro activo e intencional y al acercarme a cada ser humano preguntarme y sopesar si estoy preparando el camino para Jesús en la vida de esa persona o, por el contrario, lo estoy obstaculizando y, de este modo, actuar en consecuencia.
Pido a Jesús que me ayude para nunca ser un obstáculo en su camino, en su búsqueda del ser humano. Pido discernir cuando lo sea. Pido el valor para apartarme de en medio cuando sea necesario.
(Marcos 1:2)
Seguir a Jesús. Es a lo que estamos llamados todos aquellos que le reconocemos no únicamente como un gran maestro de moral y espiritualidad, sino como Dios hecho ser humano. Aún más, los que le reconocemos como nuestro Señor y Salvador personal. Pero antes de que el Maestro de Nazaret apareciera alguien preparó el camino para que Él, a su vez, pudiera caminar el camino de los hombres. Fue su primo Juan.
Al leerlo me doy cuenta que soy mensajero con la responsabilidad de preparar el camino para Jesús. Él desea llegar a los hombres y mujeres rotas y rotos a causa de este proyecto fallido de humanidad y universo y para ello, a imitación de Juan, me pide que prepare el camino.
Pensaba ¿Qué significa preparar el camino? A mi mente viene la idea de despejar obstáculos, eliminar barreras, quitar todo impedimento, facilitar el tránsito, hacer posible que Jesús, en definitiva, pueda llegar a las personas. Tener la mirada atenta, los sentidos abiertos para que nada obstaculice su llegada, crear un sentido de expectación para que sea esperado.
Pensaba ¿Cómo puedo preparar el camino? ¿Qué debo hacer para que Jesús en su deseo de alcanzar a mi esposa, mis hijos, mis amigos, mis vecinos, mi círculo de influencia y preocupación no encuentre obstáculos? No es una pregunta fácil, cada persona, cada individuo es un mundo, es única y singular y aquello que mueve a unos deja indiferente a otros. Por eso, quiero estar atento, sensible, disponible a la gente y a lo que Jesús pueda indicarme acerca de cada uno de ellos.
Quiero asegurarme que yo mismo, en primer lugar, no soy un obstáculo. Tengo que ver mi estilo de vida, analizarlo y evaluarlo con una cierta distancia y con clara honestidad, y tener la certeza que ni mis acciones, ni mis actitudes, ni prioridades, ni omisiones, se ponen en el camino de Jesús convirtiéndome a mí, que debería preparar su camino, en un obstáculo. Hace falta mucha integridad y honestidad para hacer ese análisis porque el mismo puede llevarme a la necesidad de cambio y transformación.
Quiero ser pro activo e intencional y al acercarme a cada ser humano preguntarme y sopesar si estoy preparando el camino para Jesús en la vida de esa persona o, por el contrario, lo estoy obstaculizando y, de este modo, actuar en consecuencia.
Pido a Jesús que me ayude para nunca ser un obstáculo en su camino, en su búsqueda del ser humano. Pido discernir cuando lo sea. Pido el valor para apartarme de en medio cuando sea necesario.
Mi imitación de Jesús
Favorecer el acceso de Jesús a la gente.
Nunca ser un obstáculo.
La acción práctica
Dar intencionalidad a cada encuentro.
Orar pidiendo discernimiento para preparar el camino y no obstaculizarlo
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