Rev. Rodolfo González Cruz
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”, Juan 5:30.
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”, Juan 5:30.
Jesús dijo: “No busco mi voluntad”, Él no vino obligado a la tierra, Él
vino para hacer la voluntad del Padre. Jesús dice: “Mi doctrina no es
mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de
Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia
cuenta” (Juan 7:16-17). Amados, la Palabra de Dios tiene un poder
extraordinario y si queremos hacer la voluntad de Dios tenemos que
conocerla. Nunca podremos conocer la voluntad de Dios si no conocemos la
Palabra del Señor.
Cuando Dios creó al hombre y a la mujer, los creo para alabanza y
gloria de su nombre. Yo aprendí de un misionero puertorriqueño que era
un hombre lleno del fuego de Dios que decía: “Cuando el gallo no canta,
algo tiene en la garganta”. Cuando un creyente no abre su boca para
alabar y glorificar a Dios algo tiene en el corazón, porque si Cristo
vive en el corazón, las alabanzas tienen que brotar en forma espontánea y
voluntariamente. Si usted es salvo, alábele a Dios, no lo haga por
presiones, hágalo porque realmente tiene al Señor en su corazón.
En verdad, es triste ver tanta gente que no conoce la voluntad de Dios,
pero más triste y más doloroso es todavía ver personas que en otro
tiempo estuvieron haciendo la voluntad de Dios, pero que hoy estén
totalmente fuera. La voluntad de esas personas está dominada por sus
deseos, sus ambiciones, sus planes, sus proyectos personales. Jesús
dijo: “Si alguno quiere ser mi discípulo…”, tiene que ver con obedecer
la Palabra de Dios y hacer la voluntad de Él.
Algunos creen ser muy inteligentes y ven las cosas según su capacidad
mental, según sus estudios, según opinión de ciertos filósofos y
escritores importantes; con esas ideas y esos libros llegan a tener
opiniones personales. Y dicen: “Yo opino diferente, yo creo en Dios pero
no así con ese fanatismo”, ¿por qué? Porque se creen sabios y muy
capaces, hasta el día que el Señor les diga “necio, esta noche pido tu
alma para que vengas a rendir cuentas; ¿qué vas a hacer con toda esa
literatura que te envenenó, que te dañó, que te alejó de mi voluntad?”
Tenemos gente en las Iglesias que tienen la Biblia, hablan lenguas, y
hasta profetizan, pero no hacen la voluntad de nuestro Padre Celestial.
Mientras no nos humillemos, no nos dobleguemos, no muera nuestro yo, y
le pongamos obstáculos a Dios, no podremos vivir en la voluntad de Él.
Cuando dices: “Yo no puedo por muchas cosas”, pero si puedes dedicarle
tiempo a cualquier otra cosa, menos a Dios. A Él le agradamos cuando nos
rendimos incondicionalmente. Dios cuenta contigo, Él quiere usar tu
vida.
Jesús dijo: “Porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió, la del Padre” (Juan 5:30). Siendo Dios se humanizó, y fue atacado
por Satanás, lo atacó para doblegarlo. Pero el Hijo siempre se sometió a
la voluntad del Padre y no le permitió ni un milímetro al diablo. ¿No
sé cuántos centímetros o pulgadas le ha concedido al diablo? A él no se
le puede conceder ni un milímetro. ¿Está usted obedeciendo lo que dice
la Biblia? Algunos dicen: “Esto sí puedo hacerlo, pero esto no, porque
soy joven todavía”.
Joven fui y he envejecido, y el trato que se me ha dado (de búsqueda,
de ayuno y de oración; de estudiar, de obedecer y someterme a la Palabra
de Dios), es lo que hace que me mantenga firme en la voluntad de Dios.
Hay líderes que dicen “a los jóvenes hay que darle otro trato”, eso ha
sido la peor desgracia. Hay los que no obedecen la Palabra, y se atreven
a orar y ayunar, a ellos se les mete espíritu de error (demonios), y se
vuelven falsos profetas entregando falsos mensajes. Conociendo y
obedeciendo la Palabra no habrá demonio que venga a engañarnos. Fue con
la Palabra que Cristo hizo huir a Satanás.
Hoy, el llamado “pueblo cristiano” no ayuna, no ora y no lee la Biblia.
Un creyente que no puede orar y no puede quebrantarse, está derrotado.
La Biblia dice: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la
Palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e
imitad su fe” (Hebreos 13:7). Observar la conducta de vuestros
pastores, ¿cómo están vuestros pastores? ¿Trabajando mucho? ¿Comiendo
mucho? ¿Viendo mucha televisión?, los pastores son el ejemplo para las
congregaciones.
Hay líderes que no pasan una noche entera orando de rodillas, clamando y
llorando por sí mismos, por su casa, por la congregación que dirigen,
¡no lo hacen! ¿Cómo va a haber un avivamiento? La única forma de
contemplar la gloria de Dios, y ver grandes milagros y grandes señales, y
que los ángeles desciendan, es que nos pongamos a buscar de Dios, y que
podamos sentir realmente al Espíritu Santo moverse entre nosotros. Hay
hermanos y hermanas que oran, y ayunan, y leen la Biblia más que los
mismos líderes, qué vergüenza para esos pastores.
Para hacer la voluntad de Dios tenemos que orar y llorar. Si usted está
en comunión van a ocurrir cosas grandes y maravillosas, tiene que
entrar al Lugar santísimo. Cuando Cristo murió en la cruz del calvario,
“el velo del templo se rasgó por la mitad” (Lucas 23:45), ese velo
separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, y solamente el sumo
sacerdote podía entrar al Lugar Santísimo. Ahora como sacerdotes de
Cristo, podemos llegar a ese lugar a clamar y a gemir a través de
nuestra oración, hagamos que el brazo de Dios se mueva a nuestro favor.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame”(Lucas 9:23). No carguemos la cruz ni en el cuello
ni en el hombro, como aquella ancianita que escuchó al pastor que decía
que hay que cargar la cruz, ella se fue e hizo una cruz y la cargaba por
todo el patio, creyendo que así podía entrar al cielo; hay que cargar
la cruz del sacrificio, del sufrimiento, del padecimiento, de entrega,
como el mismo Jesús se entregó a sí mismo, y se entregó estando limpio y
sin pecado.
Dios hizo perfectos a Adán y a Eva, no tenían un arrastre pecaminoso,
porque ellos vinieron del Padre; Dios los puso en un huerto de cientos
de miles de hectáreas, entre el Río Éufrates y el Río Tigris y tuvieron
muchos privilegios. Dios los visitó, los orientó, el Señor venía todos
los días y hablaba con ellos y les preparó un ambiente maravilloso. “Y
mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: de todo árbol del huerto podrás
comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque
el día que de él comieres, ciertamente morirás”, Génesis 2:16-17.
Tenemos muchos árboles de los cuales comemos, y otros que no debemos
comer porque son dañinos a nuestra salud espiritual. He llegado a casa
de pastores que prenden el televisor, se supone para ver noticias, pero
lo que ven son mujeres desnudas bailando, series horribles, y ahí están
como si nada; eso son los árboles de los que no debemos participar. De
cuántas cosas participan los creyentes que hasta dejan de ir al culto
por ver un partido de fútbol o de béisbol; hasta conocen los nombres de
los futbolistas y de los artistas.
Cristo vino y dio su vida por todos, nos limpió de todos nuestros
pecados, ¿para qué nos limpió? Para dejarnos libres de toda carga, de
toda presión, de toda tentación, de todo aquello que pueda subyugar
nuestra voluntad, para que nosotros en esta santificación podamos
resistir toda tentación, todo embate del enemigo y derrotar al diablo.
Jesús dijo: “Por cuanto yo he vencido, también ustedes vencerán”, esa es
la promesa de Dios para que nuestra voluntad esté subyugada a la
Palabra de Dios, por cuanto Él venció nosotros venceremos.
En cierta ocasión una mujer me dijo: “Pastor, usted habló que cuando
tuviera una situación por difícil que sea, que clamara al nombre de
Jesús y pusiéramos al diablo bajo nuestros pies; yo tuve una situación
bien difícil y clamé a Jesús y puse al diablo debajo de mis pies y lo
derroté”. Aquella mujer no estaba entregada al servicio del Señor, si
ella hizo eso, cuanto más usted que ha sido lavado por la sangre de
Jesucristo; puede vencer la tentación y las ofertas que vengan; someta
esa tentación, someta al diablo bajo sus pies en el nombre de Jesús.
“La voluntad de Dios es vuestra santificación”(1 Tesalonicenses 4:3).
Santificación es entrega y consagración a Dios, a la voluntad de Dios.
Cuando uno dice: “Yo no lo voy a hacer, yo no lo hago”, entonces el
Señor no estará para respaldarnos. Nadie va a vencer si no nos metemos
en ayuno y en oración continuamente; eso no es por un día, ni por una
semana, eso es todos los días. Usted desayuna y almuerza todos los días y
si no desayuna toma más tarde un lonche, pero todos los días tenemos
que comer, todos los días tenemos que hacer la voluntad de Dios.
La voluntad de Dios es que oremos, que leamos su Palabra y que la
vivamos, para que la obedezcamos. El Señor dijo: “No todo el que dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la
voluntad de mi Padre” (Mateo 7:21). La voluntad del Padre es que
obedezcáis la Palabra, en otra parte dice: “El que no me ama, no guarda
mis palabras; y las palabras que habéis oído no es mía, sino del Padre
que me envió”(Juan 14:24).
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de
mí, hacedores de maldad”(Mateo 7:22-23). ¿Cómo Señor? Tú no te acuerdas
de mí, si son tantos años que yo llevo en tus caminos, yo recibí el
bautismo del Espíritu Santo, yo oraba por los enfermos y se sanaban, era
evangelista, yo llenaba estadios, hice muchos milagros y hasta
profetizaba. El Señor le dirá: ¡Nunca te conocí!
La epístola de Judas verso 4 nos dice: “Porque algunos hombres han
entrado encubiertamente… hombres impíos, que convierten en libertinaje
la gracia de nuestro Dios”, personas que estaban destinadas a la
condenación eterna y entraron a la iglesia y se hicieron importantes, se
hicieron pastores, presbíteros, oficiales; eso no es nuevo porque ha
pasado en todas las congregaciones y a través de la historia. Lobos
rapaces que dentro comienzan a meter cizaña y a relajar la Palabra, la
sana doctrina.
“Preguntad por las sendas antiguas (donde está la voluntad de Dios),
cuál sea el buen camino, y andad por él” (Jeremías 6:16), no es la senda
nueva que algunos quieren inventar, gente sin experiencia, sin madurez,
sin testimonio, sin entrega. No vayan a hacer como hizo Roboam que
consultó a los ancianos, y cuando fue a los jóvenes les dijo: “Les he
preguntado a los ancianos pero ellos dicen esto, aquello y lo otro”, y
los jóvenes le dijeron: “No les hagas caso a esos viejos porque ya están
fuera de sí, escúchanos a nosotros” y añadieron: “Haz así y di así”.
¿Qué le pasó a Roboam? Se le dividió el reino de Israel, acabó el
reino, se quedó con una parte. No desechemos el consejo de los ancianos y
no digamos: “No, porque ya está viejo, vamos a buscar gente nueva”,
aunque hay gente nueva de calibre y esos los quiere el Señor en su obra.
Llega el momento que ya no podremos seguir nosotros, pero ¿quiénes son
los que van a sucedernos? ¿Serán ustedes? Necesitamos gente de firmeza.
¿Quiénes serán los que tomarán las riendas para que la obra pueda
continuar hasta que Cristo venga?, pues la gente nueva.
La Palabra profética nos dice que: ¡Cristo viene pronto!, pero esta
obra no puede caer en manos de líderes que hacen cualquier cosa por
quedar bien con todos, que son amigos de todo el mundo. Es mejor no ser
amigo de todo el mundo. Si predicamos la doctrina como es, vamos a tener
opositores, vamos a tener quien se levante contra nosotros. Pero la
Palabra es más poderosa, la doctrina es más firme, hacer la voluntad de
Dios es lo más grande y lo más hermoso. Dios está buscando un pueblo que
haga su voluntad. Amén
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