martes, 31 de enero de 2012

El veneno del alma

 
Las drogas no han sido inventadas en las últimas décadas. Son armas del mal por miles de años y han contribuido significativamente a la destrucción de las vidas de millones de personas. Lo confirman tanto la Escritura como la historia.
Me convertí en un morfinómanoen aquellos terribles días berlineses. Durante unas semanas todo fue bien. Tenía suficientes reservas de "gasolina" -así llamábamos a la droga entre nosotros- y, por lo tanto, estaba libre de lo que, por lo general, más preocupa al toxicómano: el miedo a la falta de droga.
 Pero a medida que mis reservas disminuían, mi consumo se iba haciendo cada vez mayor. ¡Quería llegar a saciarme de la droga de una vez para siempre y, después, dejarla definitivamente, no volver a saber nada más de ella! 
Estaba decidido a comenzar una nueva vida -¡Alguna vez tenía que hacerlo!- y sabía que, con energía, era posible deshabituarse. Ya se habían dado algunos casos. 
Sin embargo, aquella mañana, al despertarme, me enfrenté con la nada y comprendí que tenía que conseguir más morfina al precio que fuera. Mi cuerpo entero sufría una horrible desazón, mis manos temblaban y me sentía atormentado por una sed terrible. Una sed que no sólo se localizaba en la boca o en la garganta, sino en todas y cada una de las células de mi cuerpo.
 Descolgué el teléfono y llamé a Wolf. No le di tiempo a que me dijera nada. Con voz agonizante le pregunté:
 -¿Tienes "gasolina"? Ven inmediatamente, me estoy muriendo. Respirando aliviado me eché en los cojines del sofá. Una profunda sensación de alivio, como una premonición del placer próximo, hizo que mi cuerpo se sintiera cómodo. Wolf tomaría un coche y llegaría en seguida. Me pondría la inyección, ¡ya sentía cómo la aguja penetraba en mi carne, y la vida volvería a ser bella! (Hans Fallada morfinómano).
 La droga es el mayor de los negocios para todos los que en él participan. La droga se ha convertido en un gran potencial mundial. Juega en la alta política un papel que no queda muy por debajo del que tiene el petróleo. Se ha incorporado a la estrategia, como las fábricas de armamento. Es una industria unida a la política con lazos diversos y está dirigida por grandes compañías multinacionales, que intervienen alternativamente como grupos de intereses. Es algo incontrolable, más incontrolable que todas las demás instituciones que, de un modo u otro, están ligadas a ella.

 EL OPIO EN LA HISTORIA
Miles de años antes de Cristo, los sumerios ya conocían la amapola, y según la obra de Homero, también los griegos  la usaron. Galeno (130-200) la empleó y alabó sus virtudes  como  calmante del dolor. La civilización musulmana, a  través de los árabes, la introdujo en la India, Persia y China. Paracelso (1493-1541) inventó el láudano, la tintura alcohólica de opio compuesta de opio, vino blanco, azafrán, clavo, canela y otras sustancias que fue usada ampliamente como medicina durante cientos de años.
 La penetración del opio en el círculo cultural de Occidente tuvo lugar por medio de las más altas esferas literarias. Los estudiosos modernos consideran que Homero, más que un legendario poeta ciego, es un colectivo de varios autores, que florecieron entre el 830 y el 750 A.C.  En los cantos de la Odisea se describe al opio no sólo como narcótico sino también como un sicofármaco, en el más moderno significado de la palabra. El dolor que, según el poema está llamado a mitigar es de tipo espiritual, síquico diríamos hoy. Y el efecto descrito es el que causaría una fuerte dosis, al límite ya con el envenenamiento.
 No es posible saber con seguridad cuánto tiempo hace que se conocen los efectos del opio o su existencia. En los poblados lacustres del lago Constanza, que datan del siglo xx A. C. –cuando menos-, se han encontrado grandes cantidades de cápsulas de amapola. Los análisis realizados demuestran que no se trata de la especie silvestre de la amapola, la papaversetigerum, sino de una forma de planta cultivada, una pariente de la adormidera con un contenido de morfina relativamente alto.
 Por lo que se sabe, el opio llegó a Grecia por vía marítima. En Creta se adoraba a una diosa de la amapola que, muy acertadamente, se encontraba en la puerta del Laberinto. La leyenda nos habla de innumerables entradas al Laberinto, esa construcción artificial de la que se decía nadie que entrara en ella podía volver a salir. En el centro del laberinto vivía el Minotauro, un ser mezcla de hombre y de bestia. La entrada de ese peligroso corredor estaba guardada por la diosa de la amapola. Quien cruzara esa puerta nunca más volvería a salir al exterior. ¡Una grandiosa metáfora de los peligros del opio!
 El rastro del opio está en la mayor parte de las leyendas griegas. Medea acudió a él para ayudar a los argonautas, en su búsqueda del Vellocino de Oro; Hércules adormeció con él a los dragones que guardaban las manzanas de Hespérides. Y también los romanos lo conservaron en sus leyendas, al adaptar las griegas. Virgilio menciona dos veces la adormidera. En sus Cantos a la Agricultura llama a su jugo “el bebedizo con el sueño del olvido”. Y Eneas se apiada del gigante Atlas, que tiene que llevar sobre sus hombros la bóveda celeste, y le ofrece “la estimulante adormidera disuelta en miel”.
 Con respecto a la filosofía de la adormidera y su simbolismo, poco ha cambiado desde entonces. Se le siguen atribuyendo propiedades adormecedoras, la muerte y el olvido. Más que todo la filosofía de los antiguos griegos, se mantienen vivos su comprensión y su conocimiento del narcótico.
 Que Alejandro, el conquistador del mundo, fuera adicto a la droga, es algo que apenas se insinúa en la literatura occidental, pero parece claro en las fuentes islámicas. Los Iskender-nama componen una biografía de Alejandro Magno que está basada en fuentes históricas. Un gran capítulo de ella se dedica a describir la actitud del macedonio hacia el opio. Donde quiera que llegaba con sus ejércitos hacía plantar grandes campos de adormideras y, realmente, en la actualidad las plantaciones más importantes de esta planta en el Oriente Próximo y Medio señalan el paso de las tropas en la campaña de Alejandro. La cosecha no estaba reservada exclusivamente al uso personal del conquistador, que “adormecía las excitaciones del día con vino mezclado con el jugo oscuro de la adormidera”, sino también llegaba a sus soldados, “cada uno de los cuales recibía, antes de cada batalla, nueve bolitas de opio, pues esa sustancia quita por completo el miedo, aunque si sea abusa de él, mata”.
 Sócrates, uno de los casos más famosos de asesinato judicial, tuvo que beber la cicuta en una tarde de febrero del 399 A.C. y Platón, al describir las últimas horas de Sócrates con todo detalle, no menciona ningún tipo de dolor, por lo que cabe suponer que se le añadió opio al mortal bebedizo para así ayudarle a morir sin sufrir.
 Una de las mujeres más expertas en venenos y drogas debió ser Cleopatra de Egipto. De acuerdo con distintos informes, César y Marco Antonio no sólo quedaron cautivados por su tan elogiada nariz sino, también, gracias a un “vino de Cleopatra” cuya receta se conserva: aparte de una pequeña cantidad de estramonio, cuyos efectos afrodisíacos son innegables, un 30 por ciento de opio.
 Desde un punto de vista histórico el opio procede del Oriente Próximo, pero desde hace ya mucho tiempo se ha convertido en una droga occidental. Su extensión en Europa tuvo lugar a través del Imperio Romano, cuyas vías comerciales fueron utilizadas por el catolicismo. En Asia, el opio siguió la senda de la expansión de la segunda gran religión surgida en el Oriente Próximo, el Islam.
 La más destacada entre las víctimas de la combinación de alcohol y opio es, sin duda, Edgar Allan Poe. En cierta ocasión se refirió al consumo de láudano, en relación a su intento de suicidio durante sus amoríos con la señora Whitman. En esa ocasión se tomó 31 gramos de láudano “pero no calculé su efecto adecuadamente y no pude enviar mi carta de despedida”. Después de unas horas espantosas, con violentos vómitos, todo pasó y el escritor se recuperó. Este suceso, ocurrido en 1848, prueba que Poe oscilaba entre el alcohol y el opio, pues de no ser así no hubiera podido sobrevivir a una dosis como aquella. En sus novelas surgen siempre personajes víctimas del opio y, por las descripciones que hace de la droga y de sus efectos, puede deducirse que era un conocedor práctico. Un año después de ese intento de suicidio, el 7 de octubre de 1849, moriría víctima de un ataque de “delirium tremens”, cuando sólo contaba 41 años de edad.
 Wofgang von Goethe, Francisco de Goya, Samuel Taylor Coleridge, Mary Shelley (la autora de Dr. Frankestein), Lord Byron,  William Wordsworth, John Keats, Edgar Allan Poe y Walter Scott consumieron láudano. De éstos, el pintor Francisco de Goya y el escritor Walter Scott llegaron a tomar  tal cantidad que pueden ser calificados como adictos. Su consumo fue común entre la realeza europea: lo consumieron Pedro el Grande, Catalina de Rusia, Federico II de Prusia, María Teresa de Austria,  Luis XV de Francia, Guillermo II  de Inglaterra, así  como las casas reales de  Suecia y Dinamarca. Normalmente el opio se ingería por vía oral, hasta  que en Europa se encontró la manera de prepararlo para ser fumado.

LA HEROÍNA Y LA MORFINA
En 1898, Heinrich Dreser y Carl Duisberg, dos científicos de la firma Bayer, estaban convencidos de haber encontrado un medicamento milagroso. Les faltaba el nombre de fábrica. No se sabe a quién se le ocurrió, pero la droga fue inscrita con el nombre de Heroína basada en la palabra griega para los héroes. En la Biblia-Bayer, que la compañía enviaba anualmente a los médicos, el propio Dreser presentaba así el nuevo producto: “una sustancia cuyas cualidades no producen hábito, que es fácil de usar y que, sobre todo, es la única que tiene la facultad de curar con rapidez a los morfinómanos”.
 Ese mismo año, Félix Hoffman logró otro importante descubrimiento. Antes de finales de año, la empresa publicaba en todos los grandes periódicos del mundo el anuncio de sus drogas milagrosas: Aspirina, el sustituto de los salicilatos y Heroína el medicamento ideal para eliminar la tos”.
 La heroína conquistó mercados en los que la morfina no había logrado penetrar. De Marruecos al Líbano, la heroína, literalmente, se convirtió, de la noche a la mañana, en el más vendido de los medicamentos y fue importando en enormes cantidades a la India, Indochina, China, Japón y las Filipinas. El mayor mercado lo consiguió en Estados Unidos, donde se presentó, con gran propaganda, como medio para curar el hábito de la morfina, que hacía tiempo se había convertido en un grave problema para el país.
 Quizá la realidad es demasiado “normal”: la heroína comenzó su carrera, también como medicamento. Y muchos productos con nombres registrados surgen a diario en la industria farmacéutica, que pueden tener consecuencias igualmente graves en el futuro. Muchos medicamentos de hoy, pueden ser el “veneno”, la droga estupefaciente del futuro.
 La heroína no es sino una de las muchas drogas que se ofrecen abundantemente para una autodestrucción placentera, pero no hay una sola droga que en un determinado momento no sea peligrosa. La heroína es, principalmente, la droga en la cual se hace más aparente la mecánica de todas las demás drogas con las que se enfrenta el mundo occidental con todas sus contradicciones sociales, sus ciencias convertidas en ideologías, sus idealistas endurecidos por los fracasos. Un mundo dividido y opuesto. Tal vez sea posible, pese a todo, hacer algo en favor de las víctimas del tráfico de drogas.

 CONSECUENCIAS DE LA DROGA
La duración del efectode la droga disminuye de manera continua. Cada vez hay que inyectarse una cantidad mayor de droga y a intervalos más cortos, si se quiere conseguir el mismo efecto que al comienzo. Es como una cadena que esclaviza al morfinómano y que cada vez se va haciendo más corta. Las neuronas, la células cerebrales, palpitan exigen, gritan y se vengan, produciendo grandes dolores si no son satisfechas rápidamente. Si bien el principio el empleo de la morfina produce placer en alto grado, después se produce un estado en el que, para conseguir una situación placentera como la anterior, se requiere una cantidad mayor de morfina y, en los períodos comprendidos entre dos dosis, empieza a mostrarse una situación desagradable cada vez que el efecto de la droga comienza a faltar. El último estadio de la drogadicción se caracteriza por profundos dolores; y el conocimiento de que la morfina ya no se toma para obtener placer, sino simplemente porque es necesaria para calmar el dolor. La voluntad queda totalmente paralizada. El quehacer más pequeño resulta imposible por falta de decisión y la lucha continua entre la necesidad de sentirse bien y el no poder conseguirlo de modo total, produce una sensación de desprecio íntimo que lleva a un sufrimiento indescriptible. Si no se está saturado de droga, se produce el síntoma de abstinencia, que causa una profunda inquietud corporal y síquica y con ello malhumor, agresividad y falta de consideración hacia los demás, aunque esta reacción depende de cierto modo del carácter que tuviera aquella persona antes de caer en el vicio.
 A la larga se producen alteraciones de la vida síquica que, a su vez, determinan disturbios corporales. El cerebro, regulador de tantas funciones corporales, se hace más perezoso en su trabajo, que pierde regularidad. Se pierden también las ganas de comer, el aspecto físico se va deteriorando cada vez más y disminuye extraordinariamente la capacidad de trabajo. Solo grandes dosis, casi letales, permiten la realización de algún tipo de actividad corporal. La capacidad sexual también sufre. El análisis del semen de un morfinómano que llevaba varios meses inyectándose entre 0,3 y 0,5 gramos de morfina diarios, mostraba filamentos de semen muy delgados e inamóviles, que ni siquiera se movía bajo el efecto de reactivos químicos. Después de su nacimiento, el hijo de un morfinómano puede presentar síntomas de abstinencia. El uso de otras drogas, calmantes o estimulantes, como sustitutos de la morfina, hacen más grave el daño, puesto que pronto se hace necesario el consumo de ambas, la nueva y la Antigua.

LO QUE DICE LA BIBLIA  Proverbios C. 23
29 ¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas?
     ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde?
     ¿Para quién lo amoratado de los ojos?
30 Para los que se detienen mucho en el vino,
     Para los que van buscando la mistura.
31 No mires al vino cuando rojea,
     Cuando resplandece su color en la copa.
     Se entra suavemente;
32 Más al fin como serpiente morderá,
     Y como áspid dará dolor.
33 Tus ojos mirarán cosas extrañas,
     Y tu corazón hablará perversidades.
34 Serás como el que yace en medio del mar,
     O como el que está en la punta de un mastelero.
35 Y dirás: Me hirieron, más no me dolió;
     Me azotaron, más no lo sentí;
     Cuando despertare, aún lo volveré a buscar. 

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