viernes, 27 de enero de 2012

Testimonio de un Preso Rumano


Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios.” 1 Juan 4:7. “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen”, Mateo 5:44.
«Estaba en la cárcel gravemente enfermo. A mi derecha yacía un cristiano llamado Iscu, quien había sido golpeado y torturado brutalmente por su fe. Él agonizaba, sin embargo estaba tranquilo. Acostado a mi izquierda estaba el hombre que lo había torturado hasta dejarlo medio muerto, y cuyos compañeros a su vez lo habían detenido y maltratado. Ahora él también estaba a punto de morir.
 Una noche se despertó y llamó a Iscu: «Por favor, haga una oración por mí, pues los crímenes que cometí son tan atroces que no soy capaz de morir». Iscu llamó a dos presos, se apoyó en ellos, pasó a mi lado, se sentó al borde del lecho de su verdugo y le acarició la cabeza. ¡Fue un espectáculo muy especial!
 Nunca olvidaré esa escena, ese gesto de amor hacia el hombre que lo había golpeado tan brutalmente y que era responsable de su pronta muerte. A su gesto añadió: «Lo he perdonado de todo corazón, lo amo; pero Jesús, el Hijo de Dios, el amor encarnado, lo ama y sólo él puede borrar sus pecados para siempre. Acuda a él, quien le espera pacientemente. Él también quiere perdonarlo; pero es necesario que usted se arrepienta».
 En aquella celda fui testigo del arrepentimiento del verdugo, quien confesó todos sus crímenes ante Dios y ante aquel a quien había torturado. Oraron juntos, se abrazaron, e Iscu volvió con mucha dificultad a su lecho. Murieron la misma noche, los dos en paz con su Salvador.» R. W.

Fuente: amen-amen.net

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