El
Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar
mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de
Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi
nombre”, Hechos 9; 15-16. Estas palabras fueron dichas por el Señor
Jesucristo a Ananías mientras conversaba con Dios por la conversión de
Saulo.
La primeramención de Saulo de Tarso la encontramos en el martirio de
Esteban, leemos: “Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los
testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba
Saulo”(Hechos 7:58). En ese tiempo, entre los judíos, una persona era
joven hasta los cuarenta años. Saulo de Tarso era rector de la ley, era
Rabí, para dar el voto a la muerte de Esteban tenía que pertenecer al
sanedrín, el concilio o el consejo que gobernaba en materia religiosa,
pues dice que Saulo consentía en su muerte, y para pertenecer a ese
cuerpo que era el más elevado entre los judíos, debía tener más de
treinta años, era la costumbre que los que tenían que iniciar el
apedreamiento de un reo, eran los testigos en su contra y para apedrear a
Esteban estos quitaron su túnica exterior y las pusieron a los pies de
Saulo de Tarso, lo cual le señalaba como el dirigente de la oposición
del Evangelio y de la persecución a los cristianos, y hombres piadosos
llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él (Hechos
8:2).
Después de la muerte de Esteban, la persecución encabezada por Saulo de
Tarso arrecio, pues nos dice el texto sagrado, que “en aquel día hubo
una gran persecución contra la Iglesia que estaba en Jerusalén; y todos
fueron esparcidos por la tierra de Judea y Samaria, salvo los
apóstoles”(Hechos 8:1). “Y Saulo asolaba a la Iglesia, y entrando casa
por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la
cárcel”(Hechos 8; 3). Puesto que muchos cristianos fueron esparcidos por
doquier, Saulo no satisfecho por perseguirlos en Jerusalén, quiso
ampliar su radio de acción, y “respirando aún amenazas de muerte contra
los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para
las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o
mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén”(Hechos 9:1-2).
“Más yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco,
repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en
tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú
persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y
temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo:
Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los
hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la
voz, más sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y
abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le
metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni
bebió”(Hechos 9:3-9).
“Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el
Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor, y el
Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca
en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y
ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las
manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió:
Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a
tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales
sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le
dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre
en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel;
porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue
entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos,
dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por
donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del
Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y
recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo
tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con
los discípulos que estaban en Damasco”(Hechos 9:10-19).
Y verdaderamente Saulo de Tarso, cuyo nombre en su conversión fue
cambiado a Pablo, fue un verdadero instrumento escogido en las manos del
Señor, en el camino a Damasco de las cenizas del terrible perseguidor,
se levantó el gran paladín del Evangelio, el intrépido apóstol de los
gentiles, el gran intérprete de Cristo, el más grande misionero,
evangelista, maestro, pastor de toda la historia de la Iglesia.
Amados, el ministerio cristiano es la ocupación más noble y digna
debajo del sol, el verdadero hombre de Dios es un instrumento escogido
en las manos de Dios, y es la persona más necesaria en la comunidad, me
refiero al verdadero hombre de Dios, no a la caricaturas, ni a los
imitadores, ni oportunistas, ni farsantes, ni mercaderes del templo, que
abundan en todas las vocaciones y profesiones, como el sacerdocio, la
medicina, la abogacía, la docencia, la literatura, la legislatura, los
ejecutivos públicos y privados, la política, la banca, la industria,
pero quiero repetir que me refiero al verdadero hombre de Dios que los
hay muchos.
Para poder reafirmar que el verdadero hombre de Dios es la persona más
necesaria en la comunidad, el hombre de Dios es más necesario que el
comerciante, porque este compra y vende, pero el hombre de Dios compra
la verdad y no la vende. Es más necesario que el electricista, porque
este conecta los cables para el servicio eléctrico, pero el hombre de
Dios conecta al creyente con Dios, la fuente de la vida eterna. Es más
necesario que el ingeniero, porque este crea y construye puentes, pero
el hombre de Dios señala el camino y el puente de la fe, que es Cristo
para llegar al cielo. El hombre de Dios es más necesario que el abogado,
porque este defiende causas justas y causas injustas, pero el hombre de
Dios defiende la causa más justa del tiempo y de la eternidad, eso es
la salvación del alma.
Es más necesario el hombre de Dios que el juez, porque este juzga en
cuestiones temporales de la ley humana, pero el hombre de Dios juzga en
cuestiones eternas y espirituales de la ley divina. Es más necesario que
el médico, porque este diagnostica y receta, algunas veces acierta,
otras veces no, y otras veces hace daño en las enfermedades y causas
físicas, pero el hombre de Dios siempre acierta en el diagnóstico que es
el pecado, siempre acierta en la medicina que es la sangre de Cristo y
en el resultado que es la vida eterna. El verdadero hombre de Dios es
más necesario en la comunidad que el banquero, porque el capital de este
es material y transitorio, pero el capital del hombre de Dios es
espiritual y eterno.
Es más necesario que el publicista, porque este propaga noticias buenas
y malas, pero el hombre de Dios propaga las buenas nuevas de la
salvación en Cristo Jesús. Es más necesario que el catedrático
universitario, porque este enseña ciencia que en pocos años quedan
obsoletas y caducos, pero el hombre de Dios enseña la Palabra de Dios
que permanece para siempre. Es más necesario que el agricultor, porque
este siembra y cultiva la semilla para el sustento de la vida humana,
pero el hombre de Dios siembra y cultiva la simiente que es la Palabra
de Dios que sustenta la vida espiritual y eterna. Es más necesario que
el político, porque este procura arreglar las condiciones en la patria
terrenal, pero el hombre de Dios transforma al individuo y lo hace mejor
ciudadano de la patria terrenal y ciudadano auténtico de la patria
celestial.
El verdadero hombre de Dios es más respetado que cualquier otra
vocación o profesión. La sociedad puede vivir y ha vivido sin la
integración del átomo, sin astronautas, sin cohetes, sin naves
espaciales, sin satélites, sin rayos láser, sin computadoras y sin
ingeniería genética; pero de no haber habido un hombre obediente como
Noé, la raza hubiera sido exterminada; de no haber habido un hombre de
fe como Abraham, el plan de redención no se hubiera iniciado, de no
haber habido un hombre tan manso como Moisés, el pueblo del cual había
de venir el Mesías, hubiese perecido en el desierto; de no haber habido
un hombre sabio y abnegado como Daniel, no hubiésemos recibido las
revelaciones de la sucesión de los imperios mundiales, hasta el último
de los dictadores terroristas, que es el anticristo.
De no haber habido hombres de Dios llenos del Espíritu Santo, como los
apóstoles y los mártires, el Evangelio hubiese muerto al nacer en
Jerusalén. De no haber habido hombres valientes como Lutero, la Biblia
hubiese permanecido enclaustrada, polvorienta y prohibida para el pueblo
y la fe evangélica hubiese sido ahogada en ríos de sangre de los
mártires en las inquisiciones. De no haber habido un hombre de Dios
decidido y consagrado como Juan Wesley, Inglaterra se hubiera aferrado a
la anarquía y a la ruina. Y si no hubiera habido el Dios hombre,
nuestro Señor Jesucristo, la raza humana en su totalidad desde Adán
hasta el último mortal, hubiese quedado cautiva y perdida en el lago de
fuego junto con Satanás y los demonios por toda la eternidad.
Han sido y son los verdaderos hombres de Dios, los instrumentos en las
manos de Dios, que han sido y son la sal de la tierra y la luz del
mundo, que resplandecen como luminarias en el mundo, que son columnas y
apoyo de la verdad, linaje escogido, real sacerdocio, gente santa,
pueblo adquirido por Dios, para que anunciemos las virtudes de aquel que
nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, de los cuales el mundo
no es digno.
El propio Saulo de Tarso que pensaba entrar a Damasco, como el gran e
invencible campeón contra los cristianos, tuvo que entrar ciego tomado
de la mano, a buscar ayuda espiritual de un hombre de Dios, a Ananías,
precisamente a quien él iba a perseguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario