“He aquí Dios está con nosotros por jefe y sus sacerdotes con los
trompetas de júbilo para que suenen contra vosotros”, 2 Crónicas 13:12.
Cuando el rey Abías de Judá ordenó batalla contra Jeroboam, rey de las
tribus del norte, el ejército con el que contaba era numéricamente la
mitad del rey de Israel. Pero en medio de aquella situación
desfavorable, Abías le recordó a su adversario sobre quién y sobre qué
se apoyaba en esa batalla.
El primer apoyo sobre el cual Abías estaba firmemente establecido lo
encontramos en la primera parte de su declaración: “He aquí Dios está
con nosotros por jefe”. Esta fue una palabra poderosa, fue un latido de
fe que activó el corazón de Abías. Jeroboam no podía decir esto por
cuanto había cambiado al Dios incorruptible y eterno por los becerros de
oro. Abías se lo recordó: “Tenéis con vosotros los becerros de oro que
Jeroboam os hizo por dioses” (2 Crónicas 13:8).
Numerosos cristianos en la actualidad han cambiado a Dios por los
becerros de oro de la prosperidad, de la abundancia, de las riquezas.
Están equivocados sobre los principios de autoridad establecidos por
Dios, han cambiado la declaración: “He aquí Dios está con nosotros por
jefe”, por una blasfemia monstruosa: “dios está con nosotros por
subordinado”. Recuerde: “Donde Dios no ejerce autoridad tampoco
manifiesta su poder”.
Lo segundo que nos enseña este pasaje es que para que Dios intervenga
en nuestra batalla es requisito inalterable estar bajo el ministerio
establecido por él: “Y sus sacerdotes con las trompetas de júbilo”.
Aunque Abías era rey, reconocía que necesitaba estar bajo la autoridad
del ministerio establecido por Dios.
Jeroboam tampoco poseía esto, este atrevido destituyó a los sacerdotes
de Jehová y establecido para sí a los de su gusto: “¿No habéis arrojado
vosotros a los sacerdotes de Jehová, a los hijos de Aarón y a los
levitas, y os habéis designado sacerdotes a la manera de los pueblos de
otras tierras, para que cualquiera venga a consagrarse con un becerro y
siete carneros, y así sea sacerdote de los que no son dioses?” (2
Crónicas 13:9).
Jeroboam destituía y constituía ministerios a su antojo, estableció sus
propias reglas de ingreso para constituir ministerios según su
capricho, ¡que muchos Jeroboam se están levantando! No hacía falta la
experiencia del nuevo nacimiento, ni el testimonio limpio, tampoco se
necesitaba el llamamiento divino, ni siquiera era necesario conocer y
fundamentarse en las Sagradas Escrituras. El único requisito era tener
el dinero suficiente para conseguirse un becerro y siete carneros; se
compraba el ministerio con la credencial correspondiente.
Por último, Abías tenía de su lado las trompetas de júbilo. Estas
trompetas eran de plata, la plata era símbolo de la Palabra de Dios.
“Las palabras de los impíos son asechanzas para derramar sangre; más la
boca de los rectos los librará”(Proverbios 12:6). Ante los Jeroboam
contumaces y rebeldes hay que hacer tocar la trompeta de la Palabra.
Abías estaba viendo aquellas trompetas dispuestas a sonar bajo órdenes
de Dios y por medio de ministros santos, estaba saboreando de antemano
la victoria la cual no se hizo esperar. “Dios desbarató a Jeroboam y a
todo Israel delante de Abías y de Judá”, ¡Gloria a Dios!
Amado, ¿tienes delante de ti algún Jeroboam desafiante y retador? ¿Por
qué no usas la trompeta de júbilo? ¿Necesitas restauración? ¡Toca las
trompetas de júbilo y levántate en Cristo! ¿Está Jericó cerrada delante
de ti? ¡Suena la trompeta de júbilo y verás cómo cae y se abre delante
de ti! Haz sonar la trompeta de júbilo para que tu vida se llene de la
nube y de la gloria de Dios. Dios te bendiga.
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