martes, 8 de noviembre de 2011

Futuro incierto

Lo que ocurre en Libia podría marcar el inicio del fin de los regímenes autoritarios que han dominado numerosos países del África durante las últimas décadas. Sin embargo, un horizonte desconocido y hasta peligroso se asoma ahora en esta región.
Luego del estallido popular en Túnez y Egipto, lo de Libia fue solo cuestión de meses. Aunque con algunas diferencias en cuanto a recursos económicos, la situación política en estos países y otros del norte del África estaba configurada casi de la misma manera: gobiernos autocráticos con varias décadas en el poder, serias acusaciones de corrupción al más alto nivel y poblaciones claramente relegadas, maltratadas y sumidas en la exclusión.
Por eso, la buena estrella del coronel Muammar Kadafi no brilló por mucho tiempo más. El conflicto reventó en febrero pasado y Libia se estremeció por la ola de violencia, como ocurrió antes en los otros dos países. Pese a los esfuerzos del gobierno por satisfacer ciertas demandas, las revueltas continuaron hasta arrinconar al poderoso mandatario que permanecía en el poder por más de 42 años.
Es cierto, que el régimen libio soportó la embestida opositora por más tiempo que el de Túnez y el de Egipto; sin embargo, el destino fue casi el mismo, pese a la resistencia de Kadafi y sus incondicionales. El efecto dominó en el Medio Oriente, siguió y ahora amenaza a Siria y Yemén, cuyos gobiernos ofrecen reformas que les permitan mantenerse en el poder, pero la oposición no ceja en su empeño de derrocarlos continuando el ejemplo de los países vecinos.
Las próximas novedades en la región podrían darse, entonces, en cualquier momento. Otros gobiernos de características autocráticas podrían sucumbir como ya ha venido ocurriendo. De ese modo se está marcando nuevos, complicados y desconocidos escenarios geopolíticos, no solo de implicancias continentales, sino mundiales.
Las fuerzas de Kadafi están virtualmente liquidadas y la oposición ha ganado mucho terreno, pero Libia actualmente tiene un futuro incierto porque carece de institucionalidad, una características de los países que han sufrido regímenes autoritarios por una gran cantidad de años. Es cierto que la población libanesa ha pasado dramáticos meses, sobre todo, durante este año, pero, ¿quién sabe?, el futuro puede resultar mucho peor. Y no solo para ese pequeño país, sino para el resto del mundo por su incidencia en las reservas petroleras mundiales que, desde ya, está despertando los apetitos de terceros.
Las potencias extranjeras que apoyaron a los insurrectos libios, entre ellos Francia e Italia,  ya hicieron público su deseo de cobrar su porción de la torta ganada. Mejor dicho, participar de las riquezas petroleras, especialmente en el caso libanés. Una nueva disputa, esta vez económica. Si alguien tenía alguna duda de que la guerra en Libia no tenía un trasfondo económico, se equivocó.
De otro lado, la aparición de los nuevos gobiernos en la región ha generado muchas incertidumbres y ha destruido el equilibrio que había en la región, según algunos expertos.
Queda la duda sobre estos regímenes. ¿Respetarán las viejas políticas a pesar de los cambios de liderazgo o se harán más extremistas y antioccidentales?
Mientras tanto, el dificilísimo proceso de paz en el conflicto judío-palestino podría debilitarse aun más a causa de la desconfianza de la población del mundo árabe respecto a Israel. ¿Cuál será la posición de los nuevos gobiernos frente a esta larguísima conflagración que se extiende por más de medio siglo? Solo el tiempo lo dirá.
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís”. Santiago 4:12.


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