Saadiafranqueó rápidamente la puerta tratando de evitar a su padre. No le gustaba que se quejara de su asistencia a la escuela y temía que un día cambiara de parecer y no la dejara ir. Su hermano mayor la esperaba fuera para acompañarla junto con muchos otros niños y familias. Saadia sentía curiosidad por lo que iba a aprender aquel día
Aunque sentía un poco de temor –una semana antes había sido atacada una escuela de niñas– su curiosidad por el mundo le ayudaba a seguir asistiendo. Le encantaban los mapas de colores donados por una escuela sueca. También le entusiasmaba la destreza lectora que estaba adquiriendo, hasta tal punto, que ya se había devorado los escasos libros de que disponía la escuela. Saadia deseaba que la aldea consiguiera pronto dinero para edificar un edificio de piedra y no tener que reunirse en tiendas. En un edificio –pensaba ella– las niñas tendrán su propia clase y tal vez mi padre no se preocupe tanto.
Unidos en Afganistán
De manera constante, los indicadores del bienestar de un país –un gobierno estable, un desarrollo económico sostenido y la salud general de sus ciudadanos– mejoran gracias a un sistema educativo sólido que enseña principios de piedad, justica, libertad y paz. Después de siglos de liderazgo cristiano en la esfera de la educación, los creyentes actuales cuentan con tremendas oportunidades para formar la cosmovisión de los niños y capacitar a los jóvenes para trabajar por los propósitos del reino, renovando y transformando el mundo que les rodea.
Por tomar uno entre muchos ejemplos, Afganistán es un país donde la educación está cambiando comunidades y haciendo posible que los niños –también las niñas, que antes estaban excluidas– conozcan el mundo que Dios ha creado y desarrollen los dones que de Él han recibido. En esta nación devastada por la guerra y la pobreza, la educación de las mujeres y las niñas es particularmente importante porque ayuda a moderar el extremismo que todavía asola el país. Aunque el número de niños que asisten a la escuela, después de la caída de los talibán en el año 2001, ha aumentado notablemente, las escuelas de niñas afganas todavía tienen que luchar para sobrevivir.
La seguridad es un asunto crucial. Desde mediados del 2006, se han producido más de 400 ataques a escuelas de manos de los insurgentes; muchos edificios han sido bombardeados y algunas niñas pequeñas han sido incluso asesinadas. Además, algunos padres no están dispuestos a enviar a sus hijas a la escuela a menos que una mujer les enseñe, y la demanda de maestras, especialmente en las zonas rurales, no se puede satisfacer. Otros padres no pueden enviar a sus hijos a la escuela porque no las hay en la comarca o no se dispone de transporte. En esas regiones que no hay escuelas, más de la mitad se reúnen en tiendas, sólo el 20% de los maestros están básicamente cualificados y los materiales son obsoletos.
A pesar de estas amenazas, y de los obstáculos aparentemente insuperables, muchas comunidades se han unido como nunca antes motivadas por la educación. Algunas comunidades han cooperado para edificar escuelas, aportando cada individuo interesado materiales de construcción o trabajo, pese a lo poco que tienen. Los hombres de otras comunidades hacen turnos y sirven como guardianes fuera de las escuelas para velar por la seguridad de sus hijos.
Multiplicación de la compasión
La educación de una nueva generación de afganos no sólo está uniendo muchas comunidades de este país, sino también edificando puentes con otras culturas. Muchos gobiernos y agencias internacionales han cooperado con el gobierno afgano para ayudar a construir escuelas. Hay también muchas cooperaciones menores que benefician a las partes implicadas.
Una exitosa relación se entabló cuando Lars Olofson, maestro de una escuela sueca, reconoció una buena oportunidad para que sus alumnos aprendieran y demostraran principios de compasión, generosidad y unidad e invitó a un trabajador humanitario para que hiciera una presentación en su escuela acerca de la situación en Afganistán. La respuesta a la presentación fue inmediata: en los últimos años los niños y sus familias han recaudado miles de dólares para ayudar a construir y sostener una escuela afgana, enviado contenedores llenos de suministros a Afganistán e intercambiando artesanías, álbumes de fotos, carteles y pancartas con los niños afganos.
Debido a su influencia en el ámbito de la educación, el Sr. Olofson dio una oportunidad a cientos de niños en su escuela para fomentar la renovación y la restauración de un país. Gracias al pensamiento magnánimo de un maestro, sus alumnos no sólo comprenden mejor las bendiciones que han recibido, sino que también comenzaron a crecer en compasión al relacionarse con otra cultura y entenderla. Sólo Dios conoce el fruto que esto producirá en las vidas de estos dos grupos de niños.
Destellos del reino
A medida que se trabaja para mostrar que el reino de Dios, ya está presente en la tierra, la educación es uno de los medios en que los principios como la verdad, la justicia, la paz y la integridad pueden ser enseñadas al mundo, ya sea en Suecia o en Afganistán. Como creyentes, reconocemos que la educación no resolverá todos los problemas del mundo. Nuestro mundo, desfigurado por el pecado, solo obtendrá su redención definitiva a través de Jesucristo. No obstante, conociendo la amplitud el reino de Cristo, podemos extendernos con el propósito de enseñar a los jóvenes a razonar, aprender una profesión provechosa y obtener una perspectiva más amplia de los países y culturas del mundo, sabiendo que esto ayudará a una nación como Afganistán a apartarse del extremismo y volverse hacia la plena voluntad de Dios.
En Afganistán y en otros lugares, todos nosotros podemos vivir como ciudadanos del reino de Dios en la esfera de la educación. Podemos influenciar el sistema educativo de nuestra comunidad mediante la oración, apoyando la educación de nuestros propios hijos o siendo voluntarios en una escuela local. Si estamos directamente involucrados en la enseñanza, contaremos con tremendas oportunidades para formar la cosmovisión de los alumnos y ejemplificar coherentemente los atributos de Cristo. Podemos enviar un regalo para apoyar la educación en otro país por medio de una agencia cristiana de socorro. O donar tiempo, talento o dinero a grupos dedicados a la educación en países como Afganistán. Si invertimos nuestro ser en la educación de otros, daremos testimonio del infinito valor de las personas a los ojos de Dios y las ayudaremos a alcanzar el potencial que Dios les ha concedido, aunque todavía no reconozcan su fuente.
Cualquiera que reciba a este niño en mí nombre, a mi me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió.
Aunque sentía un poco de temor –una semana antes había sido atacada una escuela de niñas– su curiosidad por el mundo le ayudaba a seguir asistiendo. Le encantaban los mapas de colores donados por una escuela sueca. También le entusiasmaba la destreza lectora que estaba adquiriendo, hasta tal punto, que ya se había devorado los escasos libros de que disponía la escuela. Saadia deseaba que la aldea consiguiera pronto dinero para edificar un edificio de piedra y no tener que reunirse en tiendas. En un edificio –pensaba ella– las niñas tendrán su propia clase y tal vez mi padre no se preocupe tanto.
Unidos en Afganistán
De manera constante, los indicadores del bienestar de un país –un gobierno estable, un desarrollo económico sostenido y la salud general de sus ciudadanos– mejoran gracias a un sistema educativo sólido que enseña principios de piedad, justica, libertad y paz. Después de siglos de liderazgo cristiano en la esfera de la educación, los creyentes actuales cuentan con tremendas oportunidades para formar la cosmovisión de los niños y capacitar a los jóvenes para trabajar por los propósitos del reino, renovando y transformando el mundo que les rodea.
Por tomar uno entre muchos ejemplos, Afganistán es un país donde la educación está cambiando comunidades y haciendo posible que los niños –también las niñas, que antes estaban excluidas– conozcan el mundo que Dios ha creado y desarrollen los dones que de Él han recibido. En esta nación devastada por la guerra y la pobreza, la educación de las mujeres y las niñas es particularmente importante porque ayuda a moderar el extremismo que todavía asola el país. Aunque el número de niños que asisten a la escuela, después de la caída de los talibán en el año 2001, ha aumentado notablemente, las escuelas de niñas afganas todavía tienen que luchar para sobrevivir.
La seguridad es un asunto crucial. Desde mediados del 2006, se han producido más de 400 ataques a escuelas de manos de los insurgentes; muchos edificios han sido bombardeados y algunas niñas pequeñas han sido incluso asesinadas. Además, algunos padres no están dispuestos a enviar a sus hijas a la escuela a menos que una mujer les enseñe, y la demanda de maestras, especialmente en las zonas rurales, no se puede satisfacer. Otros padres no pueden enviar a sus hijos a la escuela porque no las hay en la comarca o no se dispone de transporte. En esas regiones que no hay escuelas, más de la mitad se reúnen en tiendas, sólo el 20% de los maestros están básicamente cualificados y los materiales son obsoletos.
A pesar de estas amenazas, y de los obstáculos aparentemente insuperables, muchas comunidades se han unido como nunca antes motivadas por la educación. Algunas comunidades han cooperado para edificar escuelas, aportando cada individuo interesado materiales de construcción o trabajo, pese a lo poco que tienen. Los hombres de otras comunidades hacen turnos y sirven como guardianes fuera de las escuelas para velar por la seguridad de sus hijos.
Multiplicación de la compasión
La educación de una nueva generación de afganos no sólo está uniendo muchas comunidades de este país, sino también edificando puentes con otras culturas. Muchos gobiernos y agencias internacionales han cooperado con el gobierno afgano para ayudar a construir escuelas. Hay también muchas cooperaciones menores que benefician a las partes implicadas.
Una exitosa relación se entabló cuando Lars Olofson, maestro de una escuela sueca, reconoció una buena oportunidad para que sus alumnos aprendieran y demostraran principios de compasión, generosidad y unidad e invitó a un trabajador humanitario para que hiciera una presentación en su escuela acerca de la situación en Afganistán. La respuesta a la presentación fue inmediata: en los últimos años los niños y sus familias han recaudado miles de dólares para ayudar a construir y sostener una escuela afgana, enviado contenedores llenos de suministros a Afganistán e intercambiando artesanías, álbumes de fotos, carteles y pancartas con los niños afganos.
Debido a su influencia en el ámbito de la educación, el Sr. Olofson dio una oportunidad a cientos de niños en su escuela para fomentar la renovación y la restauración de un país. Gracias al pensamiento magnánimo de un maestro, sus alumnos no sólo comprenden mejor las bendiciones que han recibido, sino que también comenzaron a crecer en compasión al relacionarse con otra cultura y entenderla. Sólo Dios conoce el fruto que esto producirá en las vidas de estos dos grupos de niños.
Destellos del reino
A medida que se trabaja para mostrar que el reino de Dios, ya está presente en la tierra, la educación es uno de los medios en que los principios como la verdad, la justicia, la paz y la integridad pueden ser enseñadas al mundo, ya sea en Suecia o en Afganistán. Como creyentes, reconocemos que la educación no resolverá todos los problemas del mundo. Nuestro mundo, desfigurado por el pecado, solo obtendrá su redención definitiva a través de Jesucristo. No obstante, conociendo la amplitud el reino de Cristo, podemos extendernos con el propósito de enseñar a los jóvenes a razonar, aprender una profesión provechosa y obtener una perspectiva más amplia de los países y culturas del mundo, sabiendo que esto ayudará a una nación como Afganistán a apartarse del extremismo y volverse hacia la plena voluntad de Dios.
En Afganistán y en otros lugares, todos nosotros podemos vivir como ciudadanos del reino de Dios en la esfera de la educación. Podemos influenciar el sistema educativo de nuestra comunidad mediante la oración, apoyando la educación de nuestros propios hijos o siendo voluntarios en una escuela local. Si estamos directamente involucrados en la enseñanza, contaremos con tremendas oportunidades para formar la cosmovisión de los alumnos y ejemplificar coherentemente los atributos de Cristo. Podemos enviar un regalo para apoyar la educación en otro país por medio de una agencia cristiana de socorro. O donar tiempo, talento o dinero a grupos dedicados a la educación en países como Afganistán. Si invertimos nuestro ser en la educación de otros, daremos testimonio del infinito valor de las personas a los ojos de Dios y las ayudaremos a alcanzar el potencial que Dios les ha concedido, aunque todavía no reconozcan su fuente.
Cualquiera que reciba a este niño en mí nombre, a mi me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió.
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