Rev. José Soto Benavides
“Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave.” Hechos 27:18-19.
LA PROTECCIÓN DE DIOS EN MEDIO DE LAS TORMENTAS DE LA VIDA
“Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos. Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla.” Hechos 27:18-26.
Pablo predicó a reyes como Agripa, Festo, y Félix, y predicó en la casa de César, eso quiere decir que llegó a las cumbres más altas de la sociedad de entonces para entregar el mensaje de Dios. Una vez Agripa le dijo a Pablo: “Por poco me persuades a ser cristiano” (Hechos 26:28), Pablo le dijo a Agripa: “¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” (v.29).
Pablo iba a predicarle a reyes, pero preso y encadenado. Pablo fue guiado en su vida ministerial, él llevaba el Evangelio y lo llevó fielmente. Pablo iba con más de 270 presos, aunque usaron de alguna cortesía con él, especialmente el primer tribuno que lo atendió, sin embargo, era un preso igual. Pablo había escogido ir a Roma, por el juicio que venía contra él de parte de los judíos que influenciaban a los gobernadores encargados por Roma en su nación; así que decidió hacer esta apelación, él dijo: “¡No quiero ser juzgado aquí, yo quiero ser juzgado en Roma!”
Pablo fue preso a Roma, y mientras esperaba el juicio estaba en una casa alquilada. “Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.” (Hechos 28:30-31). Así que en cadenas va Pablo para Roma, tuvo éxito en este viaje, estuvo dos años detenido en una casa alquilada, tenía la condición de un preso especial; dice la Biblia que predicaba y enseñaba el Evangelio abiertamente y sin impedimento.
Observamos en este caso dos extremos importantes, que nos lleva a pensar cómo Dios permite que caiga preso para cumplir el objetivo principal de Dios, que era que se predique el Evangelio. Pablo estaba cumpliendo su labor, en su corazón ardía ese fuego de la misión, quería predicar, ya le había dicho a los judíos: “¡Salgo de aquí y me voy a predicar a los gentiles!”
Deberíamos vivir más por fe que por razón, porque si uno se pone a pensar o a conjeturar se enreda, llega un momento en que se confunde, por eso es que la fe contradice la razón, porque la fe es superior a la razón, la razón está muy limitada, el conocimiento es limitado, uno no puede conocer todo por más grande que sea uno en la ciencia, uno no conoce todo; en cambio la fe lo puede llevar al tercer cielo, ahora mismo, si quiere puede ver la gloria de Dios.
A Pablo lo pusieron primero en una nave adramitena que lo iban a llevar por las costas de Asia Menor, luego cogió una nave alejandrina, para cruzar el Mar Mediterráneo, desde esas costas hasta Italia en un viaje largo. Cuando tocaron aquellas costas el centurión “le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos” (Hechos 27:3), gente que reconocía a Pablo y su labor, aunque había otro grupo que lo atacaba y lo rechazaba, porque Pablo era un verdadero látigo a las tinieblas, le daba duro al diablo, mucha gente se irritaba, pero eran más los que le amaban.
Navegaron y el viento empezó a azotar, y pasaron por Chipre, después por Creta que son islas grandes del mediterráneo y lograron cubrirse del viento que soplaba protegiéndose del azote de una tempestad que estaba empezando, que se cernía sobre el mar. Cuando pasaron esa isla se quedaron en Creta unos días, Pablo dijo: ¡No sigamos, quedemos aquí en Buenos Puertos, viene una tempestad! De allí emprendió el viaje, Pablo no era un experto en la mar, pero de alguna manera Dios le da sabiduría y entiende que puede haber problemas si se dan a la mar, pero el centurión encargado de la nave “daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía” (Hechos 27:11).
No le creyeron y el capitán de la nave siguió rumbo, ahí entraron a mar abierto. Una cosa era tener la protección de las islas y otra cosa era estar en mar abierto. Cuando entraron a mar abierto, se toparon con un viento huracanado llamado Euroclidón, una tempestad que no había capitán ni tripulación que pudiera salir de esta situación, y el viento y la tempestad amenazaron la nave con destruirla, no fue un día ni dos, sino catorce días, no vieron estrellas ni sol ni nada, solamente fueron acosados por una gran tempestad. ¿No ha pasado alguna vez una tempestad? Nosotros también estamos navegando por este mar, y en este encontramos tempestades, nadie piense que el mar va estar serenito toda la vida, el viento comenzará a soplar, y por donde navegues se levantará contra ti y te querrá hundir; eso es parte de la vida, no pensemos que no vendrá.
Dios guió al pueblo de Israel hacia un lugar donde había aguas amargas, y alguno de ellos podría haber dicho: “Dios nos hubiera guiado a un oasis donde había agua pura, nos hubiera llevado a un lugar donde encontraríamos pastos sabrosos, donde poner nuestros animales bajo la sombra, aquí no hay nada, encontramos aguas y son amargas, Dios no nos puede estar guiando”. Pues Dios estaba guiándolos.
Pablo se puso a clamar, porque eso es lo que hay que hacer, la clave de esto es que Pablo recurrió al dueño y Señor de la vida. Pero ahora Pablo les dice: “No habrá ninguna pérdida de vida entre nosotros, sino solamente de la nave.” (Hechos 27:22). Mire qué seguridad, aquí no se va a morir nadie, la nave se va a despedazar, se va a perder, pero todos se van a salvar. A veces uno se encuentra en situaciones que no puede entender.
Ya no querían ni comer, y los invita diciéndoles: “Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo” (Hechos 27:23). Porque primero hay que ser de Él y después servirle a Él, ese es el orden, lo que Dios busca primero es que haya una constante relación con el Dios a quien pertenecemos, porque somos de Él, ¿qué le vamos a reclamar a Dios? Si nos compró con precio altísimo, como dirá el barro al que lo forma: “¿Qué haces?”
En ese clamor estaba cuando el Dios de la gloria envió a su ángel para darle respuesta y ánimo, le dice: “Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.” (Hechos 27:24). Estas tempestades de la vida no le van a quitar el ánimo, no le van a robar la salvación, no le van a quitar la paz, no le van a quitar la comunión con Dios; al contrario cuanto más aprieta, más buscamos. Es como cuando el cuerpo se calienta por una fiebre, porque la fiebre es una autoprotección del cuerpo (digamos dentro del término que no afecte demasiado), lo que hace el calor es debilitar ese virus, esa bacteria, el calor ya lo está debilitando.
Así que, si el diablo viene y ataca, si nos trae una situación terrible, espantosa, es el momento de calentar motores, es el momento de meterle fuego, es el momento de clamar más a Dios. Las tempestades no son para que critiquemos a Dios o a los demás, ni a la Iglesia, ni al pastor, ni a la misión; las tempestades son para que doblemos más las rodillas, para que busquemos más el poder de Dios, y para que veamos las victorias que Dios nos da en medio de la lucha y de la prueba. Esa prueba no es para hundirte, esa prueba es para levantarte, esa prueba es para fortalecer tu fe, para ayudarte a seguir adelante y para que tengas experiencia y ayudes a otros.
La Escritura dice que cuando la nave entró en cierta parte del mar ya cercano a tierra, siendo de noche, ellos no pudiendo ver y la nave se estrella, claro, esos eran presos, el único inocente era Pablo. Los soldados tenían la misión de llevar los presos a Roma a costa de la vida de ellos, si a un soldado se le escapaban los presos, él pagaba con su vida; cuando los soldados se dan cuenta que se pueden escapar los presos, entonces los soldados acordaron matarlos.
¿No era Pablo un preso también? Están hablando de matar también al hombre de Dios, aunque nadie lo sabía era el hombre de Dios que iba a Roma para predicar el Evangelio. El centurión se dio cuenta de la trama de los soldados e inmediatamente intervino, les prohibió este intento y les dijo a los presos que cada uno escapará y se salvará por sus propios medios; pero lo hizo para salvar a Pablo. Aquí tenemos una amenaza no de tempestad, sino una amenaza de hombres impíos, de gente influenciada por el diablo, que se levantó para quitarle la vida al apóstol Pablo.
Dios nos guarda del asalto de hombres impíos, Dios nos protege; tal vez muchos nos odien, otros nos amen; pero el punto es que Dios tiene cercado a su pueblo. Dios no permitió que ese ataque destruyera la vida de Pablo. La Biblia dice que por el momento no permite que el diablo y el anticristo se manifiesten en toda su plenitud, pero cuando Espíritu Santo se lleve a la Iglesia o sea quitado de en medio, el mundo entero quedará envuelto en la más terrible vorágine de juicio, tan terrible que el hombre buscará la muerte y la muerte huirá.
Aquella nave cayó en la isla de Malta, los presos salieron como pudieron; el invierno es fuerte en esos países del medio oriente y de Europa. Salieron todos temblando, también Pablo salió como pudo, pero siempre confiando en Dios. Luego prendieron fuego para que la gente se calentara. Pablo fue para buscar leña, y cuando iba con la leña, una serpiente se prendió de la mano de Pablo y el apóstol tuvo que venir al fuego y sacudirla, y se quemó la serpiente. En una ocasión cuando estábamos en un campamento, veo una culebrita, pero era de esas peligrosas; y un hermano también la vio, creyó que hasta podría jugar con ella, quiso agarrarla. Cuando lo agarró un poco bajo (en la cabeza) la serpiente tuvo chance de tirarse y se prendió en el dedo, y cuando me llamaron y vi lo sucedido me percaté que tenía dos puntitos, no sangraba, y le digo: “Si hay dos puntos, entonces los colmillos entraron y hay veneno adentro, ¡esto es peligroso!”
Llamé a un paramédico y se lo llevaron de emergencia. El hermano pasó por su casa para decirle a su esposa que iba al hospital, cuando él venía de allí para acá (estamos hablando de un par de minutos) ya tenía ganas de vomitar, con un dolor de cabeza, se subió en el carro rumbo al hospital, habían transcurrido como 20 minutos, iba vomitando, con la cabeza que parecía que le iba estallar, y con la culebrita muerta. Cuando el médico vio la culebra dijo: “¡Gracias a Dios que lo trajeron! Porque en cuestión de minutos se hubiera ido, esta es de una de las culebras más venenosas que hay”. Estuvo como tres días en el hospital, cuatro ampollas de sueros antiofídicos y más de cuatrocientos dólares de tratamiento.
Pablo la sacude en el fuego, y los nativos se quedan mirándolo, ellos sabían lo que venía, de pronto ellos dicen: “Este se va a hinchar y cuando comience a hincharse cae muerto. ¿Qué clase de homicida será?, que escapando del naufragio ahora la muerte lo alcanza aquí”. Pasó un rato y Pablo tranquilo calentándose y pasó una hora y nada, y no se moría Pablo, y seguía pasando el tiempo y dicen: “Este tenía que estar muerto”. Pero Pablo estaba compartiendo las bendiciones de Dios, estaba calentándose, estaba alegre, porque había sido salvado y entonces ellos dicen: ¡Este es un Dios! Pablo explicó bien esta situación y dijo: ¡No, ningún Dios! Les predicó el Evangelio, sanó a unos cuantos y se quedó una Obra plantada en esa isla.
Era una serpiente de las peores, pero la serpiente, sea como sea, es un símbolo de maldad y es un símbolo de Satanás. A veces el ataque es directo del mismo diablo, otras veces hemos pasado el peligro de gente que nos rodea, luego viene el mismo diablo y ataca con todo lo que tiene, quiere hasta desalentarte, te mete ideas hasta en contra de la Obra de Dios, el diablo te susurra con astucia como la serpiente, ¿qué es lo que hay que hacer con esa serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás? Sacudirla en el nombre de Cristo, no hay que quedarse con ella, hay que botarla, el diablo no aguanta el fuego, el diablo se va cuando el fuego se enciende.
Amados, el diablo quiso impedir que el Apóstol Pablo cumpliera el plan de Dios, la naturaleza se ensañó, los soldados deseaban asesinarlo, el diablo mismo a través de la serpiente también trató de impedirlo, pero no pudo, antes quedó bendición en la isla. Llegaron a Roma, Pablo fue a los tribunales, le dieron aquella casa alquilada y los judíos no pudieron hacer nada contra él, Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada y recibía a todos los que venían, predicaba el Reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo abiertamente y sin impedimento.
El diablo levanta la tempestad, levanta hombres, y hasta él mismo ataca. Pero confía en Dios, ¡Él nos dará la victoria!
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