La experiencia de descubrir este lugar radica, en muchos casos, en visitas a las islas de los uros y Taquile, pero posee también otros grandes atractivos
La primera y única vez que vi una rosa negra fue a orillas del Titicaca, en la llamada Ruta Aymara, que nos lleva hasta la frontera con Bolivia, en Anco Anco. Este es mi último recurso para convencer a Gustavo a fin de que viaje conmigo al Altiplano y supere su duda con el soroche. No es porque Gustavo sea especialmente amante de las flores, sino porque este lago, que tiene una superficie de unos 8.600 km2 y una profundidad máxima de 285 metros, crea unas condiciones especiales en el clima que hacen que el soroche pueda pasar desapercibido. Ese gran volumen de agua provoca que la disponibilidad de oxígeno sea mayor y que las temperaturas en sus costas y en sus casi 40 islas, de las cuales la mitad es peruana, sean mucho más suaves.
Esas condiciones hacen que en la Ruta Aymara, formada por pequeñas localidades de pastores, agricultores y pescadores, haya podido observar la rosa negra y muchas especies de flores de todos los colores. En un lugar así, uno podría pensar que se encuentra en Tarma o en un valle interandino, pero no, me encuentro a algo más de 3.800 m.s.n.m., una altura en la que estamos acostumbrados a ver solo ichu.
AVES, COMIDAS Y KAYAKS
Junto al lago Titicaca se domesticaron camélidos y varias especies de cereales andinos. Su riqueza en aves (más de 110 especies), peces, anfibios y plantas ha hecho que sea declarado reserva nacional y forme parte de las rutas de los observadores de aves.
Junto al lago Titicaca se domesticaron camélidos y varias especies de cereales andinos. Su riqueza en aves (más de 110 especies), peces, anfibios y plantas ha hecho que sea declarado reserva nacional y forme parte de las rutas de los observadores de aves.
Mis recursos con Gustavo van más allá de la rosa negra. Los cielos y los atardeceres son otras excusas para viajar al Titicaca. En pocos sitios he observado el firmamento como desde la isla Suasi. Las estrellas parecen más cercanas que nunca, la Vía Láctea se pinta como ese gran camino que los pueblos describen en sus mitos y sus atardeceres son una explosión de luces y color.
Suasi forma parte de una red de islas, en la que destacan la de los uros, construidas en totora; Taquile, cuya textilería es patrimonio de la humanidad o Amantaní, donde, como las anteriores islas, se ofrecen buenas experiencias de turismo rural. O también pasear en kayac en al península de Capachica.
Mi último recurso con Gustavo quizá sea el gastronómico. En Chucuito y Suasi se comen huatias, con tubérculos sacados de las chacras de los comuneros; en Moho, truchas de los criaderos y en el barco Yavarí, unos desayunos únicos al amanecer.
El Titicaca es un destino al que tarde o temprano iré con Gustavo. Visitaremos la isla del lago Umayo y observaremos las chullpas de Sillustani, iremos al bosque de rocas de Tinajani, comeremos papas con arcilla en Antucocha y entraremos a antiguas iglesias jesuitas y a los putucos cónicos de Taraco, para terminar mirando a la misteriosa rosa negra.
Fuente: El Comercio
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