(Jesús)ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. – Lucas 24:6-7.
El evangelio según Mateo menciona dos terremotos consecutivos que sacudieron Jerusalén.
Cuando el Señor Jesús clamó en la cruz y entregó su espíritu, no sólo el velo del templo se rasgó, sino que la tierra tembló y las rocas se partieron (Mateo 27:51). Con estos acontecimientos de la naturaleza Dios subrayaba ese suceso único en la historia universal: el Hijo de Dios, hecho hombre, moría para salvar a seres humanos perdidos.
Poco después también leemos: “Hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella” (Mateo 28:2). Así todos pudieron ver que la tumba estaba vacía: Cristo había resucitado.
Dos terremotos: uno anunciaba la muerte de Jesucristo, el otro su resurrección. Estas dos verdades fundamentales establecen la base y la certeza de nuestra salvación. En el Nuevo Testamento las hallamos varias veces una cerca de la otra. Así el apóstol Pedro dijo en su discurso de Pentecostés: “Jesús Nazareno…a éste… matasteis por manos de inicuos, crucificándole, al cual Dios levantó” (Hechos 2:22-24). Y el apóstol Pablo escribió a los romanos: “Creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:24-25).
Fuente:amen-amen.net
El evangelio según Mateo menciona dos terremotos consecutivos que sacudieron Jerusalén.
Cuando el Señor Jesús clamó en la cruz y entregó su espíritu, no sólo el velo del templo se rasgó, sino que la tierra tembló y las rocas se partieron (Mateo 27:51). Con estos acontecimientos de la naturaleza Dios subrayaba ese suceso único en la historia universal: el Hijo de Dios, hecho hombre, moría para salvar a seres humanos perdidos.
Poco después también leemos: “Hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella” (Mateo 28:2). Así todos pudieron ver que la tumba estaba vacía: Cristo había resucitado.
Dos terremotos: uno anunciaba la muerte de Jesucristo, el otro su resurrección. Estas dos verdades fundamentales establecen la base y la certeza de nuestra salvación. En el Nuevo Testamento las hallamos varias veces una cerca de la otra. Así el apóstol Pedro dijo en su discurso de Pentecostés: “Jesús Nazareno…a éste… matasteis por manos de inicuos, crucificándole, al cual Dios levantó” (Hechos 2:22-24). Y el apóstol Pablo escribió a los romanos: “Creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:24-25).
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