Jesús se acercó y les habló. – Mateo 28:18.
Simón, una cosa tengo que decirte. – Lucas 7:40.
Habla, Señor, porque tu siervo oye. – 1 Samuel 3:9.
Mientras estaba ocupado con un trabajo manual muy aburrido, mi hija de tres años de edad se puso a mi lado y me dijo con cara muy seria: –Papi, me quedo contigo para que no estés solo y así podamos hablar los dos solos.
La sencillez y la frescura de estas palabras me embargaron de gozo, pero también me hicieron pensar en las numerosas veces en que, fuera de los momentos cotidianos de oración, el Señor ha buscado esos instantes improvisados de intimidad para que yo le escuche.
¿Le he dejado hablar? ¡A menudo me he perdido esos momentos de comunicación, durante los cuales él quería hablarme de sus pensamientos o enderezar los míos! Quizás él escogió un día en que yo me impacientaba en una sala de espera, cuando esperaba un tren con retraso o estaba detenido por un atasco de vehículos, e incluso durante un descanso forzoso. Él siempre desea la proximidad de aquellos a quienes redimió. En medio de una dura prueba el apóstol Pablo dijo: “El Señor estuvo a mi lado” (2 Timoteo 4:17).
Nuestro Señor no ha cambiado. Emplea todas las circunstancias que atravesamos y nos habla de muchas maneras, porque desea comunicarse con los suyos. Sepamos reconocer y apreciar esos momentos en que, en su gracia, quiere acercarse a nosotros. Contestémosle como el joven Samuel: “Habla, Señor, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:9).
Fuente:Amen-amen.net
Simón, una cosa tengo que decirte. – Lucas 7:40.
Habla, Señor, porque tu siervo oye. – 1 Samuel 3:9.
Mientras estaba ocupado con un trabajo manual muy aburrido, mi hija de tres años de edad se puso a mi lado y me dijo con cara muy seria: –Papi, me quedo contigo para que no estés solo y así podamos hablar los dos solos.
La sencillez y la frescura de estas palabras me embargaron de gozo, pero también me hicieron pensar en las numerosas veces en que, fuera de los momentos cotidianos de oración, el Señor ha buscado esos instantes improvisados de intimidad para que yo le escuche.
¿Le he dejado hablar? ¡A menudo me he perdido esos momentos de comunicación, durante los cuales él quería hablarme de sus pensamientos o enderezar los míos! Quizás él escogió un día en que yo me impacientaba en una sala de espera, cuando esperaba un tren con retraso o estaba detenido por un atasco de vehículos, e incluso durante un descanso forzoso. Él siempre desea la proximidad de aquellos a quienes redimió. En medio de una dura prueba el apóstol Pablo dijo: “El Señor estuvo a mi lado” (2 Timoteo 4:17).
Nuestro Señor no ha cambiado. Emplea todas las circunstancias que atravesamos y nos habla de muchas maneras, porque desea comunicarse con los suyos. Sepamos reconocer y apreciar esos momentos en que, en su gracia, quiere acercarse a nosotros. Contestémosle como el joven Samuel: “Habla, Señor, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:9).
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