La vida de Adoniram Judson, el primer misionero estadounidense en el
extranjero, contada por la pluma de los esposos Janet y Geoff Benge. Una
obra que examina a profundidad la biografía de un ejemplar predicador
cristiano.
Adonarim estaba habituado a discutir sobre religión con sus amigos de
la universidad y con su padre, pero aquel pastor era diferente. A pesar
de defender con elocuencia su posición, Adoniram tuvo que admitir en su
interior que el joven tenía algo que él anhelaba: una dirección clara
para su vida y paz interior. Más tarde, tumbado sobre un colchón blando y
sin pulgas por primera vez en muchas semanas, se preguntaba si sería
capaz de aceptar las creencias religiosas que aquel joven pastor
profesaba.
Odisea en Birmania, parte de la serie "Héroes cristianos de ayer y de
hoy", nos invita a descubrir la historia de Adoniram Judson, un varón
elegido para difundir la Palabra de Dios. El libro nos convoca a través
de un singular relato a internarnos en las entrañas de la existencia de
un personaje peculiar para el cristianismo moderno.
El 2 de diciembre de 1808, sosegadamente, Adoniram llegó a la
conclusión de que la Biblia estaba en lo cierto y, consecuentemente,
debía entregar su vida y futuro a Dios. Algo que hizo a solas, bajo un
manzano situado en uno de los extremos del seminario. Azotado en su cara
por un frío viento hizo una oración sencilla de entrega a Dios. No
había nadie a su alrededor para atestiguar su compromiso, pero no le
importaba. Por primera vez en su vida se sentía libre.
Escrita por la pareja de esposos Janet y Geoff Benge, la obra está
compuesta por diecinueve capítulos que permiten hacer un repaso
detallado de los acontecimientos más importantes de la vida de Judson y
su relación con el Creador. Sin embargo, y más allá de cuestiones
literarias, el texto resalta desde el inicio la fe cristiana del
protagonista.
Temo que no voy a poder aceptar tan generosa proposición- dijo,
mientras contemplaba los rostros sorprendidos de sus familiares. Dios me
ha llamado a ser misionero en Birmania.
Su madre exhaló un profundo suspiro y Abigail se dejó caer pesadamente en una silla junto a ella.
¿Misionero?- balbuceó su padre, quien daba la impresión de haber recibido un golpe en el estómago-. ¿Misionero a Birmania?
LOS DUROS MOMENTOS
Página a página, la trama avanza sobre el camino recorrido por
Adoniram, nacido el 9 de agosto de 1788, en pos de materializar el
llamado del Todopoderoso para difundir su verbo en Birmania. Y entre los
puntos de mayor relevancia nos deja aquellos donde Judson muestra a
plenitud su compromiso con el Señor Jesucristo.
A lo largo de las semanas siguientes viajaron juntos por Nueva
Inglaterra disfrutando la enorme belleza del inicio otoñal. Durante
aquel viaje hablaron de sus creencias sobre la Biblia, la familia y las
misiones. Por fin, mediado el mes de octubre, Ann anunció que había
tomado una decisión: casarse con Adoniram e ir allá donde Dios los
guiara. Adoniram apenas podía contener su entusiasmo.
Odisea en Birmania tiene un discurrir que capta la atención de
cualquier seguir del Salvador. El arco narrativo es sencillo: examina,
con bastante esmero, desde la génesis de la misión evangélica de
Adoniram hasta la partida del misionero estadounidense a tierras
birmanas y precisa las odiseas de este emprendimiento.
Medio en cuclillas, medio levantado bajo la capa, Adoniram caminó paso
tras paso detrás del extraño hasta alcanzar la entrada de la prisión.
Allí, éste volvió a entregar dinero. El sonido metálico que produjo la
puerta al cerrarse fue la indicación de que se encontraba en la calle.
Su libertador le dijo en voz baja: "sígueme" y comenzó a correr calle
abajo. Adoniram siguió al hombre en la oscuridad hasta llegar a los
muelles.
Este libro también traza el recorrido del derrotero personal de Judson
quien, acompañado por su esposa Ann, trabajó de forma ardua y constante
para difundir los Santos Evangelios en Birmania. Desde su llegada,
producida en julio de 1813, sorteó los obstáculos y barreras que se le
colocaron al frente.
Adoniram y Ann se esforzaron durante meses en el aprendizaje de la
lengua birmana. Fue una época de gran soledad, ya que en Rangún apenas
vivía un puñado de europeos procedentes de Portugal o Francia. La pareja
anhelaba la oportunidad de iniciar su labor misionera, pero ambos
sabían que era imposible si no hablaban el idioma.
Publicada por Editorial Jucum, la obra asimismo bucea en los episodios
felices de Adoniram y Ann en Birmania. Uno de ellos, quizás el más
elocuente, es el que nos remite a la confección del primer texto
cristiano en lengua birmana. Dicho material, tiempo más tarde, se
convertiría en la única traducción de la Biblia al idioma birmano.
Llevó algún tiempo, pero finalmente el matrimonio Judson redactó un
tratado de siete páginas que a su juicio explicaba el Evangelio en una
manera inteligible para los birmanos. El tratado concluía con la fecha,
tanto en el calendario inglés como en el birmano, en la que fue
terminado: "este tratado fue finalizado en el año 1816 del Señor
Jesucristo. Y en el año birmano 1178... Con todo nuestro deseo de que el
lector sea iluminado. Amén".
El punto más intenso de la obra de los Benge aborda los desencuentros
sufridos por Judson en su misión cristianizadora del pueblo birmano.
Allí se puede leer, la audiencia real realizada el 26 de enero de 1820
en la que el rey Badyidaw mostró su desagrado ante la presencia de la fe
evangélica en sus dominios.
Adoniram rebuscó en uno de los bolsillos de su túnica y sacó uno de sus
tratados para entregárselo al rey, quien leyó las primeras palabras y
lo dejó caer al suelo. Adoniram sintió que un escalofrío recorría todo
su cuerpo. Aquella no era una buena señal. El rey miró a los dos
misioneros; Adoniram no sabía qué decir. Afortunadamente, el cortesano
que tenía las seis Biblias se puso de rodillas y ofreció el regalo al
rey.
"Llévenselos de aquí", dijo el rey Bagyidaw. "En mi reino no hay lugar
para libros religiosos extranjeros". Después de todo esto se levantó y
abandonó la sala.
EL RECONOCIMIENTO
El tramo final de Odisea en Birmania, igual que el resto del texto, no
deja de ser fuerte y potente. Los últimos capítulos están repletos de
los días más difíciles de la vida del personaje principal, fallecido el
12 de abril de 1850, y dan cuentan de las turbulencia que debió soportar
por tratar de difundir la Palabra del Señor Jesucristo.
El temor se apoderó de Adoniram. Aquella frase equivalía a ser
arrestado. El grupo de Caras Manchadas se abalanzó sobre él, arrojándole
contra el suelo. Adoniram sintió como le rodeaban los brazos -por
encima de los codos- con una cuerda delgada, que apretaron de un tirón.
De su boca escapó un gemido de dolor causado por el corte que produjo la
cuerda. La sangre comenzó a filtrarse por las mangas de la camisa.
El epílogo se lee con placer y satisfacción por el emotivo giro que
toma la historia. Adoniram y Ann, después de tantas contrariedades, ven
que sus esfuerzos no resultaron en vano y se regocijan de cómo de la
grandeza de Dios se les manifiesta por intermedio de un panorama más
favorable en suelo birmano.
Adoniram se encontraba ahora en libertad y Ann no estaba más bajo
sospecha. Había llegado el momento de devolver la traducción. Adoniram
apenas podía dar crédito a lo ocurrido, pero era cierto. Maung Ing tenía
las valiosas páginas en sus manos. Los Judson dedicaron los días
siguientes a intentar localizar al reducido grupo de cristianos que
quedó en Rangún tras su marcha a Ava.
La historia termina narrando la forma en que Adoniram Judson alcanza el
reconocimiento y gratitud del pueblo de Cristo. Un cierre que no hace
más que revalidar la vida de un hombre ejemplar que alcanzó la
notoriedad por su irresistible e inquebrantable dedicación y sacrificio
en la evangelización de Birmania alrededor de 40 años.
Los ojos de Adoniram se llenaron de lágrimas al escuchar los vítores y
aclamaciones de la multitud. Lejos de ser una figura olvidada en la
historia, Adoniram -al igual que el resto de los primeros misioneros
estadounidenses a tierras extranjeras- era un héroe. Era gratificante
saber que la gente le tenía en tan alta estima, aunque él no se
consideraba un héroe. Lo único que había hecho era obedecer el
llamamiento de Dios para su vida
Fuente: Impacto Evangelistico