viernes, 20 de julio de 2012

¿Eres un vencedor de gigantes o una langosta?


Rev. José A. Soto
 Dios nos ha llamado a grandes empresas, nos ha llamado a conquistar gigantes. Cuando los problemas se ven grandes,a Dios lo vemos chiquito; pero en realidad Él es grande.
 “Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto… Entonces toda la multitud habló de apedrearlos. Pero la gloria de Jehová se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel, y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?” Números 14:1-11.
 
 En el Medio Oriente se conoce como langosta a un insecto, caracterizado por su gran facilidad para migrar de un sitio a otro y, en determinadas circunstancias, reproducirse muy rápidamente llegando a formar devastadoras plagas capaces de acabar con la vegetación de grandes extensiones de terreno; pero es insignificante, nadie quisiera compararse con un insecto, pero vamos a ver por qué el título tiene esta pregunta: ¿Eres un vencedor de gigantes o una langosta?
 
 Cuando Israel se acercó, después de su salida de Egipto, a la frontera de la tierra prometida Dios le dijo a Moisés: “Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel; de cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos”(Números 13:2). La idea fue de Dios y se la trasmitió a Moisés y mandaron doce príncipes de acuerdo al mandato de Dios, era gente que tenía liderazgo, gente que tenía influencia, uno de cada tribu, y los mandó para que vayan a espiar la tierra prometida. No iban para ver si era cierto lo que Dios decía, sino por algunas razones estratégicas.
 
 Es muy importante lo que nosotros podemos conceptuar y recibir para poder transmitir, eso tiene un peso muy grande en la presencia de Dios y también en relación al pueblo que nos escucha, se puede decir que en los doce espías hubo entusiasmo por aquella tierra. El pueblo oía atentamente el informe que decían: “Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella”(Números 13:27). Básicamente era eso lo que decía el informe, inicialmente el problema vino después, cuando diez de los doce espías volvieron atemorizados y parece ser que el temor fue mayor que el entusiasmo, aquel temor fue trasmitido a la mayoría del pueblo el cual creyó a los diez y no a los dos que decían: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”(Números 13:30).
 
 Era un mensaje que tenía poca fuerza, era el sentir de dos de aquellos espías que habían entendido las cosas del Señor. Dios quería que el pueblo tomara posesión de la tierra, el Señor no deseaba que por treinta y ocho años más el pueblo se atrasara en experimentar la bendiciones que les había prometido, Dios quería que ese fuera el momento. A dos años de haber salido de Egipto, Dios quería que el pueblo entrara y tomara posesión de aquella tierra y disfrutara de todas las bendiciones. ¿Qué es lo que tenían que hacer? Creer solamente.
 
 Jesús dijo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”(Juan 11:40). Ellos tenían que confiar en Dios, pero no lo hicieron, se volvieron escépticos y dijeron:“Allí está tal como Dios lo prometió; pero simplemente no podemos, el enemigo es más fuerte que nosotros y nos va a impedir alcanzar aquella tierra”. Si de verdad queremos hacer la obra de Dios, si queremos llevar a cabo la tarea encomendada, tenemos que tener fe, hay que confiar en Dios, porque Dios es el que vaahacer la obra, no es “con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Podemos decir que en la frontera de la bendición, ya casi sintiendo el aroma de los campos verdes de Canaán, allí el pueblo fracasó y no entró a la tierra prometida.
 
 Amados, ¿cómo está nuestra confianza en el Señor?, ¿cómo está nuestro brillo en la fe?, ¿estamos madurando, estamos creciendo bien en esa parte o encuentra que la fe está menguando? ¡Eso no puede pasar! Tenemos que mantener una fe viva, una fe ardiente, una fe poderosa, una fe activa, una fe que fructifica, una fe que no muere, que no se enferma, que llega a su objetivo. Por eso es necesaria una fe de calidad, como la que tenían los dos espías, que empieza con visión.
 
 Algunos dicen: ¡La fe es ciega! La fe no es ciega, la fe ve muchísimo, la fe nuestra trasciende el tiempo, el espacio, la fe es la que nos va allevar al reino de los cielos, la fe empieza con visión. Debemos tener una idea de lo que el Señor quiere que hagamos, además de lo que Él puede alcanzar por medio de nosotros, por medio de nuestro esfuerzo, por medio de nuestro sacrificio, debe entenderse que somos parte del engranaje, que Dios se aprovechará para formarnos, para hacernos madurar, para hacernos crecer en aquello que se llama fe.
 
 Los doce espías exploraron la tierra y encontraron como Dios les había dicho. Era buena tierra cultivable, fértil, hermosa, un lugar lindo y fructífero, Dios no les había engañado. Recordemos que ellos venían de la esclavitud en Egipto, dos años atrás eran esclavos, un esclavo no tiene necesariamente que vivir cómodamente, en Egipto ellos vivían en una pobreza al máximo. Tenían dos años en el desierto y ahí tampoco se vive cómodo, en el desierto lo que hay es arena, lo que hay es sol.Ahora vieron una tierra que es el cumplimiento de Dios, una tierra hermosa para vivir, con características especiales para tener todo lo necesario, para vivir y desarrollarse en ese lugar, eso lo vieron los doce espías, tuvieron esa visión inicial.
 
 Pero diez de los doce quedaron muy impresionados por las dificultades que representaba el poseer esa tierra, se fijaron en los problemas, miraron que había ciudades fortificadas en Canaán. Tal vez esperaban que todo estaba sereno y tranquilo, pero encontraron ciudades amuralladas, fortificadas, empezaron a examinar a la gente y vieron personas que estaban preparadas para la guerra; empezaron a examinar otras áreas del país y se encontraron nada menos que con los descendientes de Anac, una raza de gigantes, gente de casi tres metros de altura, en aquel tiempo los preparaban para la guerra. Entonces estos espías dijeron: “Imposible de entrar porque hay gigantes, porque el país está fortificado, ellos están preparados para pelear y nosotros no, además somos débiles, sólo somos esclavos que salimos de Egipto, no tenemos ni armas”
 
 Esa fue su visión, pero una visión negativa, una visión según el mundo, según el hombre, según la lógica terrenal, el asunto es que la fe va muy encima de todo. Que por ser tan realistas vieron de cerca las dificultades y llegaron a la conclusión de que los problemas eran más grandes y dejaron de ver a Dios por ver el problema. Ellos nunca dijeron nada de Dios, sólo mencionaron las imposibilidades, es decir, perdieron la visión, era gente que perdió de vista al Señor; ellos esperaban otro tipo de respuesta y por esa razón se desalentaron totalmente.
 
 Josué y Caleb actuaron bajo el principio de que Dios es mayor que las circunstancias. No importa cuán grande sea la circunstancia y la dificultad, Dios es mayor que ese problema, mayor que esa enfermedad, mayor que esa expresión diabólica, el que está con nosotros es mayor que el que está en el mundo. Su visión fue otra, ellos dijeron en su informe: “Es verdad que hay ciudades fortificadas, que hay soldados y gente preparada para la guerra, y que están allí los hijos de Anac, pero sabemos que Jehová nos ha dicho que nos entregará esa tierra, tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”.
 
 Ellos vieron lo que el Señor les había prometido, tierra que fluye leche y miel, ellos tuvieron la oportunidad, es ahora no después. Amados, ¡levantémonos y tomemos la tierra! Porque con nosotros va Jehová. La fe de calidad empieza con visión, esa visón que tenían estos dos espías, Dios se los había prometido, y ellos se vieron ya viviendo en Canaán, ellos se vieron ya comiendo de sus frutos, ellos no vieron el problema, porque dijeron: ¡Con nosotros está Jehová! Dios nos ha llamado a grandes empresas, nos ha llamado a conquistar gigantes.Cuando los problemas se ven grandes entonces Dios se queda chiquito, pero Dios no es chiquito, Él es grande.
 
 Después de tener visión, la fe de calidad tiene algo que se llama valor. La fe empieza con visión, la visión inspira valor, un valor que a veces es casi una temeridad, pero es que así actúa la gente de fe. Los diez espías sólo vieron obstáculos y problemas, la visión de ellos del Dios de poder estaba eclipsada, por lo tanto, lo que vieron fueron problemas y lo único que cosecharon fue atemorizarse y acobardarse, y lo peor es que lo trasmitió al pueblo. El pueblo empezó a oír a diez voces diciendo: ¡No se puede, es imposible, hay gigantes, hay ciudades amuralladas, la gente es de guerra, esa es una ciudad muy importante, aquí yo soy muy chiquito!
 
 Los diez espías están llegando hasta tan bajo, que dicen: “Y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así le parecíamos a ellos al lado de ellos”, Número 13:33. Pero habían dos que decían: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”, Números 13:30. El Señor dice: “Mía es la batalla”, no peleamos solos, el Señor está con nosotros como poderoso gigante, ellos vieron gigantes, pero más gigante es el Señor, por algo se denomina “Jehová de los ejércitos”. Cuando uno tiene visión, entonces la visión inspira valor; pero si se concentra sólo en el problema, en la imposibilidad, en la dificultad, allí se queda y se seca, y se atrasa la obra del Señor y se pierde la bendición; era ahora, no era treinta y ocho años después.
 
 Diez espías que se creían langostas, porque no tenían fe, y dos que se creían “vencedores de gigantes”, porque tenían fe. Estos dos, Josué y Caleb, tenían fe en lo que Dios les había prometido, trataron de convencer al pueblo, siempre mencionando a Dios, siempre mencionando la Palabra, ve el informe de ellos y luego la apelación ante el pueblo, siempre mencionan a Dios, no se olvidan de las realidades. Pero la gente le creyó a la mayoría y dijeron más bien: ¡Vamos a apedrearlos y regresemos a Egipto! Qué lamentable esta situación.
 
 Cuando hay disposición de creer en lo que Dios ha dicho, y valor para ejecutarlo siempre aparecerá la oposición, siempre cuando se emprenda cosas para Dios las olas se van a levantar, los vientos van a rugir, los vientos se van a oír, pero no se preocupe, allí estará la mano del Señor, si sientes que te estás hundiendo solamente clama al Señor. Y allí estará la mano de Dios levantándote, no hay duda que el valor va a conseguir también el concepto de sacrificio, todo emprendimiento de fe tiene sus riesgos, pero el valor asume eso también. Josué y Caleb sabían que ellos podían caer en la batalla, tal vez alguno iba asalir herido, si usted espera hacer algo para Dios y que no haya absolutamente ningún riesgo, nunca va a lograr nada.
 
 Primero la visión, después la acción del valor porque estamos hablando de calidad de fe. Fe es todo eso, visión, valor, el saber que tú puedes, que la victoria es nuestra en el nombre del Señor, nos lleva automáticamente a la acción y eso es lo que Dios esperaba del pueblo. Dios esperaba que el pueblo actuara de acuerdo a esa visión de la Palabra dada. No son los milagros los que pueden afirmar o ayudar, pero lo que afirma en la vida es centrarse en la Palabra de Dios. La Palabra es lo que produce verdadera fe, la fe se produce por el oír la Palabra, y eso hay que saberlo aprovechar, la acción. Dios podía destruir a los pobladores de Canaán y podía hacerlo hasta sin ellos, pero Dios nos incluye en sus propósitos para que maduremos en la fe, para que nuestra fe crezca, por eso estamos incluidos en las batallas de Dios, además lo que Él espera es obediencia, cuando nos dice: ¡Es la hora de entrar! Pues vamos a entrar en el nombre de Jesús.
 
 Los diez espías convencieron al pueblo de que esta entrada aventurera iba a ser un fracaso y una insensatez y allí en ese mismo momento perdieron la oportunidad de oportunidades. Sabemos que Dios castigó en esos mismos días a esos diez espías, que murieron de una plaga en un mismo día y después Dios dijo: “Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis. En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto” (Números 14:31-32). También dijo: “Únicamente a Josué y Caleb les he preservado la vida, porque ellos si actuaron conforme a la fe, confiaron en la Palabra de Dios”.
 
 Cuarenta años más para que ese pueblo diera una gran vuelta en el desierto y luego volviera cuarenta años después a las fronteras de la tierra prometida, pero ya no el mismo pueblo, porque en esa vuelta de 40 años todos los de 20 años para arriba se murieron, eso no es una bendición, eso es una derrota, marcaron sus caminos con sepulturas, con muerte, de otra manera no podían hacerlo, porque no quisieron creer en la vida que Dios le prometía. Josué capitaneó la conquista de Canaán, él fue el general de las fuerzas de Israel que entró a la tierra prometida, comandando a los ejércitos del pueblo de Dios y comenzó a repartir la tierra, por lo menos siete campañas militares que lo llevó prácticamente a tener una gran victoria, aunque no ocupó toda la tierra.Josué fue el que vio caer esos muros en Jericó, ese hombre que confió en Dios, no hizo una guerra de artillería contra aquellos muros, solamente obedeció lo que Dios le dijo. Me imagino la fila de ángeles parados en todas esas murallas que rodeaban Jericó, que cuando el pueblo llegó a la última vuelta y gritaron en el nombre de Jehová y los ángeles comenzaron a hacer “tac” y esos muros hundiéndose y derribándose.
 
 Dios también recompensó a Caleb, que fue un hombre que en ese tiempo tenía cuarenta y cinco años. Pasado los años no se le había ido el filo todavía, tenía el filo de la fe; me imagino que Josué se quedó viéndolo cuando Caleb dijo: “Tengo 85 años ahora, pero todavía tengo las mismas fuerzas para entrar y para salir, todavía me siento igualcuando tenía 45 años, cuando Dios me dijo que era mía aquella tierra que me encargó que espiara, esa tierra de Hebrón la quiero ahora”. Y agregó: “Todavía están los gigantes, los hijos de Anac, pero no te preocupes lo único que quiero es que me autorices”. Porque él sabía lo que era la autoridad, y Josué le dijo: “¡Allí está!”
 
 “Lo que es imposible para el hombre para Dios es posible”; porque “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Dios recompensa cuando hay fe, hay que pelear la buena batalla. Si tienes un problema sólo cree que Dios te empezará a dar la victoria, no mañana, hoy mismo, ya el Señor empezará a romper ligaduras, a darte la victoria. La Biblia dice que “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
 

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