Nada existe por casualidad en la vida, todo lo que existe lo ha creado Dios. Bíblicamente todo tiene un propósito, un tiempo, nada se mueve sin el permiso de Dios.
Cuando Dios llamó a Jeremías al ministerio profético le mostró cosas que no sabía, que no entendía y que estaban elaboradas en el plan de Dios aún antes que naciese. “Vino, pues, Palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones... No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová... Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar”, Jeremías 1:4-10.
Es posible que desconozcamos de antemano lo que Dios se ha propuesto hacer en nuestras vidas, aún a pesar de nuestras limitaciones. Pero estamos aquí, para esta hora y dentro de esta Obra, dentro de este programa, dentro de este tiempo. Dios en esta época y en esta hora nos ha dado del conocimiento de la Palabra de Dios y nos ha incluido dentro de los propósitos de su Obra.
El arquitecto primero se imagina, idea, y lo que tiene en mente lo lleva a un plano, y luego hace exactamente como está diseñado en su plano; así Dios tiene su plan, su programa, pues para esta hora Dios nos quiere usar.
Dentro de ese plan está organizado el triunfo, la bendición de Dios, lo que no está escrito es la derrota en el plan de Dios. Cuando uno se rehúsa, se niega, entonces la derrota viene. Pero mientras la persona está dispuesta a seguir el plan de Dios no hay derrotas.
El problema es que una mayoría actúa sin contar con la ayuda y dirección de Dios, porque piensa que hace lo correcto. Moisés fue criado en el palacio, pero no era para que sea un faraón. Dios tenía un propósito con él, para su momento.
Debemos acercarnos a Dios y decirle: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6). Algunos pensamos que por nuestra elocuencia, nuestras capacidades, nuestras habilidades, lograremos resolver situaciones.
Si uno está en el plan de Dios, tiene que renunciar a su propia vida y si no lo ha hecho no es capaz de disponerse al servicio de Dios.
Este es el momento de Dios, todos tenemos un momento. Esta es la hora de entregarle tu vida al Señor, es hora de consagrarse, de renunciar a lo oculto y vergonzoso.
¡Esta es la hora decisiva, el Señor te necesita!
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