Cualquiera que intenta tomar un puesto para sí sin ser llamado de forma
inequívoca por Dios, por más esfuerzo humano que haga, por más
estrategias políticas y espirituales que intente, por más propagandas y
manipulaciones que realice, fracasará.
En 1 Reyes capítulo 1 la Palabra de Dios nos dice: “Cuando el rey David
era viejo y avanzado en días, le cubrían de ropas, pero no se calentaba
[...] Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: Yo reinaré. Y
se hizo de carros y de gente de a caballo, y de cincuenta hombres que
corriesen delante de él. Y su padre nunca le había entristecido en todos
sus días con decirle: ¿Por qué haces así? Además, éste era de muy
hermoso parecer; y había nacido después de Absalón. Y se había puesto de
acuerdo con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, los cuales
ayudaban a Adonías. Pero el sacerdote Sadoc, y Benaía hijo de Joiada, el
profeta Natán, Simei, Rei y todos los grandes de David, no seguían a
Adonías. Y matando Adonías ovejas y vacas y animales gordos junto a la
peña de Zohelet, la cual está cerca de la fuente de Rogel, convidó a
todos sus hermanos los hijos del rey, y a todos los varones de Judá,
siervos del rey; pero no convidó al profeta Natán, ni a Benaía, ni a los
grandes, ni a Salomón su hermano.
Y descendieron el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaía hijo de
Joiada, y los cereteos y los peleteos, y montaron a Salomón en la mula
del rey David, y lo llevaron a Gihón. Y tomando el sacerdote Sadoc el
cuerno del aceite del tabernáculo, ungió a Salomón; y tocaron trompeta, y
dijo todo el pueblo: ¡Viva el rey Salomón! Después subió todo el pueblo
en pos de él, y cantaba la gente con flautas, y hacían grandes
alegrías, que parecía la tierra se hundía con el clamor de ellos. Y lo
oyó Adonías, y todos los convidados que con él estaban, cuando ya habían
acabado de comer. Y oyendo Joab el sonido de la trompeta, dijo: ¿Por
qué alborota la ciudad con estruendo? Mientras él aún hablaba, he aquí
vino Jonatán hijo del sacerdote Abiatar, al cual dijo Adonías: Entra,
porque tú eres hombre valiente, y traerás buenas nuevas. Jonatán
respondió y dijo a Adonías: Ciertamente nuestro señor el rey David ha
hecho rey a Salomón [...] Además el rey ha dicho así: Bendito sea Jehová
el Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono,
viéndolo mis ojos. Ellos entonces se estremecieron, y se levantaron
todos los convidados que estaban con Adonías, y se fue cada uno por su
camino. Mas Adonías, temiendo de la presencia de Salomón, se levantó y
se fue, y se asió de los cuernos del altar”(1 Reyes 1:1, 5-10, 38-43,
48-50).
1. DIOS ESCOGE A SUS LÍDERES
Daniel 2:21 revela una gran realidad, y estriba en que Dios mismo es
quien “quita reyes, y pone reyes”. En efecto, nuestro Señor es un Dios
de planes específicos, detallados, inequívocos y perfectos. Él nunca
hace las cosas al azar, sino que hace las cosas a conciencia y tiene el
control sobre el más mínimo detalle. Asimismo, dentro del cuerpo de
Cristo, Dios, en Su soberanía, es quien escoge, llama, coloca y levanta a
príncipes ungidos para liderar por medio de ellos Su obra, y ejecutar
el perfecto plan que tiene para con Su Pueblo.
La elección de Dios no se basa sobre la eventual popularidad o fama que
pueda tener una persona, los logros que haya obtenido por medio de los
años de experiencia, ni tampoco sobre nuestro sentimentalismo o simpatía
hacia ella. En otras palabras, no sirve de nada correr ni tratar de
imponernos como líderes, si no tenemos el respaldo de la misericordia de
Dios (Romanos 9:16).
Cualquiera que intenta tomar un puesto para sí sin ser llamado de forma
inequívoca por Dios, por más esfuerzo humano que haga, por más
estrategias políticas y espirituales que intente, por más propagandas y
manipulaciones que realice, fracasará. Como todo dictador derrotado éste
quedará solo, sin familia, sin gloria y sin nada.
En cambio aquel a quien Dios ha llamado, por más oposición,
levantamientos y críticas que confronte; el Señor mismo habrá de ponerlo
en alto, lo apoyará, lo levantará, y lo colocará en la posición que ha
ideado para él. Así pues, no hay principado, ni potestad, ni ser humano
en los cielos ni en la tierra que podrá impedir que Dios lleve a cabo
Sus planes y propósitos.
El pasaje de 1 Reyes que citamos al principio narra los últimos días
del rey David. A los setenta años de edad, víctima de un envejecimiento
prematuro, originado por una vida llena de luchas continuas,
desilusiones y traiciones, su cuerpo no se calentaba fácilmente. Mas
aunque las palabras, la energía y las fuerzas ya no eran las mismas que
durante su juventud, la unción que reposaba sobre David sí había quedado
intacta. El nunca cesó de ser el ungido de Jehová. No obstante, Adonías
su hijo, intentó aprovecharse de la situación física de David para
arrebatar el trono de Israel. Además de poseer la belleza de su hermano
Absalón, Adonías también tenía su carácter arrogante, su soberbia y su
rebeldía. Era un niño consentido o mimado, al cual “su padre nunca había
entristecido” (v. 6), o en otras palabras, no se le había corregido ni
disciplinado. En aquel momento crucial, David iba a cosechar lo que él
mismo había sembrado.
Ahora bien, es menester que entendamos que Adonías no solamente se
estaba alzando contra la autoridad de su padre, sino también contra los
planes y los designios perfectos del Señor. Según él, su padre era
demasiado viejo para reinar, y su hermano Salomón, el escogido de Dios,
demasiado joven. Ciertamente, él tenía más logros, más experiencia que
Salomón; mas la experiencia no es un factor que determine los planes de
Dios para con uno. David nunca había peleado contra ningún gigante, pero
cuando se enfrentó con el primero, le cortó la cabeza.
Me llama la atención la frase que Adonías pronunció antes de cometer su
golpe de estado: “Yo reinaré” (v. 5). Sin duda, esta declaración no
deja de recordamos la misma que hizo Lucifer antes de la creación del
mundo: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios,
levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré...” (Isaías
14:13).
Amados, todo lo que empieza por “yo” siempre van por mal camino. Las
Escrituras dicen que “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no
vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20). En la vida cristiana no
es que yo digo, lo que yo siento, lo que yo creo, sino lo que Jehová de
los ejércitos dice.
II. LAS ESTRATEGIAS MALOGRADAS DE UN REBELDE
Para llegar a sus fines, Adonías elaboró una serie de estrategias:
1.Intentó impresionar psicológicamente al pueblo, aparentando un poder
ficticio “se hizo de carros y de gente de a caballo y de cincuenta
hombres que corriesen delante de él” (v. 5).
2.Se puso de acuerdo con gente ambiciosa y de influencia (Joab, un
militar y Abiatar, un sacerdote), que odiaban al profeta Natán por
cuanto éste no les profetizaba lo que ellos querían oír.
3.Hizo su propia fiesta, a la cual solo invitó a los que le convenía
invitar, a aquellos a quienes podría manipular y convencer, sus amigos,
sus familiares y a los que tenían resentimientos contra el rey David.
4.Alejó de su lado a la gente fiel al rey, y los convirtió en sus contrincantes.
En 1 de Crónicas 29:1, el Señor ya había revelado cuáles eran sus
propósitos: “Solamente a Salomón mi hijo ha elegido Dios; él es joven y
tierno de edad, y la obra grande...”. Mas Adonías y su gentío habían
olvidado que Dios es quien escoge a Sus líderes. Así pues, mientras
ellos celebraban la coronación del rebelde, el Altísimo empezó también a
mover sus fichas para poder cumplir Sus propósitos y establecer al rey
legítimo de Israel, a aquel líder que Él mismo había escogido para
llevar hacia delante a Su pueblo.
David, el ungido de Jehová, fue quien dio las órdenes de parte de Dios
para que Salomón fuera coronado. El rey ordenó que su hijo se subiera en
su mula para que lo llevaran a Gihón. Este lugar era la única fuente de
agua viva más cercana.
Salomón no estuvo cavando para hallar agua, o en otras palabras, nunca
buscó ser hecho líder. Cuando una persona lleva a cabo estas acciones
con vistas a ser promovido, pierde su tiempo y energía en vano. En el
caso de la coronación de Salomón, y por cuanto Dios estaba en el asunto,
todo este proceso se llevó a cabo de forma natural.
Al oír la fiesta del pueblo por motivos del ungimiento de Salomón, la
fiesta de Adonías se turbó. Todo sus invitados “se estremecieron, y se
levantaron [...] y se fue cada uno por su camino” (1 Reyes 1:49).
Después de haberle seguido y coronado, todo el mundo abandonó a Adonías,
y avergonzados, regresaron a sus casas para esconderse.
Adonías se quedó solo, sin familia, sin dinero y sin reputación, porque
así sucede con los que se alzan y rebelan contra los propósitos
divinos. Y lo más terrible estriba en que si no se arrepienten, también
se quedan sin Dios.
Escrito está que “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere,
queda solo…” (Juan 12:24). Por más talentoso, popular o famoso que sea,
si el rebelde no se humilla y muere, quedará desamparado. La advertencia
de Dios es clara. Es menester que caigamos en tierra y que le demos
muerte a nuestro “yo” para que no nos pase lo que le sucedió a aquel
príncipe.
Cuando Adonías vio que todos lo habían abandonado, temió por su vida y
“se levantó y se fue, y se asió de los cuernos del altar” (1 Reyes 1:
50). Pidió misericordia y perdón a Salomón, y los obtuvo (1 Reyes
1:52-53). La actitud de este líder fue maravillosa, por cuanto aun
sabiendo que era el escogido, dejó que Dios mismo acomodara todo y
peleara por él.
III. LA ÚLTIMA MOVIDA DEL REY
Para llevar a cabo Sus planes con Salomón, Dios movió al profeta Natán,
al sacerdote Sadoc y a su madre Betsabé, dos hombres y una mujer leales
al rey y que habían comprendido los planes de Dios. ¿Se goza usted al
saber que Dios sabe mover Sus fichas? ¿Se goza al saber que Dios tiene
el control de los detalles aun más pequeños para cumplir Sus propósitos?
¿Se goza al verle desarticular una a una todas las artimañas del
enemigo de nuestras almas y de Su pueblo?
Al sol de hoy, Dios todavía puede voltear los planes de Satanás, y
tomarlos en su contra. Todavía están vigentes las palabras que Dios dijo
a Israel por medio del profeta Ezequiel: “Porque yo Jehová hablaré, y
se cumplirá la palabra que yo hable; no se tardará más, sino que en
vuestros días, oh casa rebelde, hablaré palabra y la cumpliré, dice
Jehová el Señor” (Ezequiel 12:25).
Un famoso pintor cristiano, que asimismo era un apasionado del juego de
ajedrez, pintó un día un cuadro que tituló Jaque mate. En éste, que
todavía hoy se conserva en una galería, se pueden ver dos jugadores de
ajedrez sentados frente a frente a una mesa. Un creyente, sentado en la
parte derecha, y el diablo, sentado en la izquierda.
El rostro del diablo se ve triunfante y casi se puede sentir su risa
diabólica, porque parece que tiene al cristiano atrapado. De otro lado,
el creyente, cuya preocupación se refleja en el rostro, tiene las dos
manos agarradas con toda su fuerza en los bordes de la mesa, con los
nudillos de los dedos casi blancos a causa del esfuerzo y de la tensión
del crucial momento.
La galería donde se iba a exponer el cuadro le dio mucha publicidad al
mismo. Así pues, cuando la galería abrió sus puertas, el público empezó a
detenerse junto a aquel cuadro para observarlo con curiosidad. Todos,
al leer el título de la obra y la actitud de los personajes, sacudían la
cabeza pensando que el diablo había ganado la partida contra el
cristiano. Los transeúntes que más o menos tenían nociones de ajedrez,
pensaban que ya no existía ninguna estrategia de salida, ni tampoco
ninguna maniobra posible. Algunos sentían lástima por el cristiano, y
otros se indignaban porque parecía que el diablo se había salido con
suya.
No obstante, llegó a aquel lugar un ex campeón de ajedrez, quien
también se puso a observar el cuadro con atención. Él no se fijó mucho
en el diablo ni en el creyente, sino en la partida de ajedrez que el
cuadro había capturado, y asimismo le prestó atención al título: Jaque
mate. Tras observar la tabla de ajedrez durante unos minutos, el perito
descubrió algo de importancia crucial, y exclamó: “¡Un momento! ¡Esto es
una mentira del diablo! El cristiano no está jaque mate, por cuanto su
rey todavía tiene una jugada”. Amados hermanos, nuestro Rey de gloria
siempre tiene una jugada posible, un movimiento para poner jaque mate al
diablo.
Amados hermanos, no importa que el diablo quiera hacerle creer que
usted está “jaque mate”... ¡Nuestro Rey de reyes siempre ha tenido y
tendrá la última movida! El único que está “jaque Late” es Satanás
porque Cristo lo venció para siempre en la cruz del Calvario.
Estos últimos años se ha caracterizado por los ataques que han venido
contra los siervos de Dios y Su pueblo. Sin embargo, a aquellos quienes
han resistido los señalamientos, los golpes bajos, las críticas acerbas,
los embates poderosos del enemigo, Dios les ha abierto puertas en medio
de su aflicción. Es hora de tomar la victoria, transformar en triunfo
lo que el diablo quería destruir.
Absolutamente nada ni nadie podrá detener los propósitos soberanos del
Señor para con Su pueblo y Su Iglesia. Amén. Dios les bendiga y les
conceda tremendas victorias.