lunes, 5 de noviembre de 2012

La Tranquilidad Interior



 Mi paz os doy… No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. – Juan 14:27.
Guarda silencio ante el Señor, y espera en él. – Salmo 37:7.
 
En el centro de un huracán existe una zona de calma y paz, un rincón de cielo azul llamada «ojo». Cuando la tempestad causa estragos en nuestra vida, “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida… y tiemblen los montes a causa de su braveza… Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:1-3, 10).
 
Una persona que estaba muy enferma y había perdido todas sus fuerzas, decía: «Para apoyarme en algo sólido no necesito tener fuerzas; me apoyo y ya. Me apoyo en el Señor, él es mi fuerza».
 
El Señor se acerca a quien no puede dormir debido a la ansiedad o a la fiebre. Está junto al que se enfrenta solo a su enfermedad, a quien fue abandonado por sus amigos, al que está sumido en el duelo y el sufrimiento. Dios siempre está ahí para amarnos, tranquilizarnos y darnos la paz, su paz. Se trata de una tranquilidad interior que ninguna circunstancia de la vida, ni nada ni nadie pueden destruir.
 
Esta paz no impide que se derramen lágrimas, pero la fe hace que la presencia de Dios sea efectiva. Él está a nuestro lado. Esta es una certeza para quien conoce el gozo del perdón de sus pecados, posee una buena conciencia y una verdadera relación con Dios. Es el ancla que resiste a todas las tempestades, el fundamento de nuestra fe. Construir sobre esta base significa confiar en Dios, buscar su comunión, leer su Palabra, orar, ser agradecido…

Fuente: Amén- Amén.

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