Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida. – 1 Juan 5:11-12
Un árbol puede tener una hermosa apariencia, pero si da malos frutos es porque el árbol es malo. Fijémonos en el estado moral de la sociedad. Por todos lados vemos la injusticia, el imperio del más fuerte o del más astuto, el poder del dinero, los deseos malsanos que en secreto habitan vidas aparentemente honestas, los vicios desenfrenados… Cada uno reivindica sus derechos; por orgullo las familias y las sociedades se dividen. ¿Acaso no proviene todo eso del corazón del ser humano? Cada uno envidia lo que el otro tiene… Toda la sociedad sufre los estragos de la corrupción moral.
Si los frutos de la naturaleza humana son malos es porque el hombre también lo es. El pecado arruinó profundamente el corazón humano, creado inocente en su origen. Al hombre no le falta la capacidad de comprensión y de preocuparse por los demás; también puede ser noble, generoso, valiente. Pero estas cualidades no anulan en absoluto todo el mal que sale de forma natural de su corazón. La Biblia declara: “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). Y no hay ningún remedio, pues el corazón es incurable (Jeremías 17:9). Sólo el injerto de una vida nueva, es decir, la de Jesús, puede ser eficaz para implantar una nueva naturaleza. “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7).
Fuente:amen-amen.net
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