Himno cuyo origen, producido alrededor del siglo XIX, es un misterio.
Cada estrofa delinea la fórmula del éxito en materia del diálogo que
debe existir entre Dios y los hombres. Un clásico de las alabanzas.
De enigmático y misterioso origen, pero con un clarísimo y evidente
mensaje, Dulce Oración es una canción que hace siglo y medio se instaló
en la sensibilidad del mundo cristiano. Su historia puede muy bien
graficar la mano inspiradora del Señor quien le regaló a la humanidad un
canto que reivindica el poder de la oración como fuente de alivio,
alegría y felicidad. Una composición que pone de manifiesto que la
comunicación con Dios es imprescindible en el camino de la salvación.
La leyenda de este tema cuenta que Thomas Salmon, un pastor americano,
conoció en Inglaterra en 1842 a un predicador ciego, llamado William W.
Walford, quien acababa de terminar un poema sobre la oración en su
mente. Entonces, como en un misterio sin resolver, este le preguntó a
Salmon si podía escribirlo en un papel. Pese a que Salmon, tres años más
tarde, logró publicar la oda en el diario estadounidense "New York
Observer", jamás hasta el día de hoy se comprobó la existencia de algún
seguidor de Cristo llamado William W. Walford.
En cualquier caso, la primera aparición de la canción en un libro de
himnos, sólo con palabras, se produjo en 1859 en una edición de melodías
evangélicas compilada por los autores Robert Turnbull y Thomas
Hastings. Posteriormente, en 1861, el texto llegó a manos del compositor
norteamericano William Bradbury Batchelder y alcanzó su formato
definitivo con una bella y armónica melodía. De allí en más, como un
diestro alpinista, "Dulce Oración" escaló hasta el techo de la
popularidad y se revistió con la notoriedad.
Después, cuando logró renombre, el tema fue investigado por un sinfín
de himnólogos. Sin embargo, pese a los denodados esfuerzos de los
estudiosos que analizaron su origen, nadie pudo localizar en Inglaterra
las huellas de su supuesto autor: el pastor invidente Walford. Apenas se
recabaron vagas referencias y el enigma jamás fue resuelto. Pero eso no
evitó que el himno siguiera moviéndose por el camino del prestigio y
que, con el correr del tiempo, adquiriera talla mundial gracias a su
masiva difusión en recopilaciones de música religiosa.
Con seguridad, como un viejo reloj suizo, "Dulce Oración" seguirá en el
futuro marcando y recordando que el momento de orar al Todopoderoso es
esencial para los creyentes de la fe evangélica. Cada una de sus
estrofas, encadenadas con ternura, delinearán la fórmula del éxito en
materia del diálogo que debe existir entre Dios y los hombres. Ya sea
para ofrecer glorificaciones, hacer una petición o simplemente expresar
los pensamientos o las emociones personales, un clamor, dulce como cita
el himno.
Dulce Oración
1
Dulce oración, dulce oración,
de toda influencia mundanal
elevas tu mi corazón
al tierno Padre celestial.
¡Oh cuántas veces tuve en ti
auxilio en ruda tentación!
¡Y cuántos bienes recibí
mediante ti, dulce oración!
2
Dulce oración, dulce oración,
al trono excelso de bondad
tú llevarás mi petición
a Dios, que escucha con piedad.
Creyendo espero recibir
divina y plena bendición,
y que me ayudes a vivir
junto a mi Dios, dulce oración.
3
Dulce oración, dulce oración,
aliento y gozo al alma das;
en este valle de aflicción
consuelo siempre me serás.
Tan sólo el día cuando esté
con Cristo en la celeste Sión,
entonces me despediré
feliz, de ti, dulce oración.
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